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La Doctrina social Cristiana y la Unión Cívica Radical
Víctor Hipólito Martínez
Abogado. Profesor de derecho minero
(Universidad de Córdoba).
Ex
Intendente de la Ciudad de Córdoba. Ex Vicepresidente de la Nación
1.- La Unión
Cívica Radical fue en sus orígenes un movimiento que según expresiones de Hipólito
Yrigoyen en carta al Doctor Rodolfo Oyhanarte (1923) “por los hechos producidos
y actitudes asumidas para concretar los ideales que sustentara, es una lata
conquista de la civilización argentina y americana”. Hoy es una organización
puesta al servicio de objetivos bajo principios éticos que informan su
derrotero de un siglo para beneficio de la Democracia.
La
Iglesia Católica a su vez es una organización fundamentalmente espiritual, con
preocupaciones temporales “que utiliza como instrumento su doctrina social con objetivo principal de interpretar
realidades”, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña
acerca del Hombre y su vocación terrena a la vez trascendente, para orientar en
consecuencia la conducta cristiana. Por lo tanto, no pertenece al ámbito de la ideología
sino de la teología especialmente
de la teología moral” (Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 1987).
La
Iglesia, aun en sus poderes y decisiones temporales no requiere vestirse de
ropajes partidistas, así como las corrientes cívicas partidista no demandan,
para su legitimación, escudarse en la religiosidad, estando vigentes las
recordadas palabras a herodianos y fariseos según Evangelio de San Marcos: “Dad
al Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios”.
Tanto
la Iglesia como los partidos políticos no son muy inmutables ni absolutamente
rígidos en sus posiciones, pues están inmersos en la sociedad, comprometidos
con la misma, influenciados por las circunstancias universales que son
cambiantes y mutables de por si.
Debemos pues considerar el derechos y la obligación de hacer conocer
pensamientos y programas, aun en lineamientos limitados como el de esta
exposición, impulsada por la responsabilidad
como afiliado, militantes y en cierta manera dirigente.
La
Iglesia Católica, particularmente en América Latina, puede aceptar distintos
periodos: cristiandad colonial (1492 a 1808), neo-colonial o neocristiandad
(1808 a 1969), neo-cristiandad conservadora anti-liberal (1880 a 1930),
neo-cristiandad liberal anti-socialista (1930 a 1950). Ella pasa de un sistema
integrado al capitalismo, a la conquista aliada a las clases dominantes, a un
mayor compromiso con los movimientos populares, acentuando en su seno de la
doctrina social cristiana que intercede, defiende, actúa como mediadora y
denuncia la opresión, la discriminación y las posiciones dictatoriales.
Resulta
sugestivo que el documento “Memoria y Reconciliación, la Iglesia y las culpas
del pasado” (2000) diga. “Mientras que antes de la llegada del iluminismo
existía una especie de osmosis entre la Iglesia y el Estado, entre fe y
cultura, moralidad y ley, a partir del siglo XVIII esta relación ha quedado
notablemente modificada. El resultado es una transición de una sociedad sacral
a una sociedad pluralista, o como ha sucedido en algunos casos a una sociedad
secular, los modelos de pensamiento y de acción, los llamados “paradigmas” de
acción y de valoración han cambiado. Semejante transición tiene un impacto
directo sobre los juicios morales”.
El
radicalismo, nacido enfrentado a una sociedad políticamente prostituida, con el
fraude y el autoritarismo entronizado en el poder y aliado a la aristocracia
celosa de su fachada religiosa, sufrió el hecho de atribuirse en aquella el
monopolio de la actitud cristiana, al menos en argentina, a los movimientos o
estructuras conservadoras, y durante mucho tiempo se puso el sayo al radicalismo
de basar sus concepciones en apartamiento de la doctrina de la Iglesia,
partiéndose de un esquema tan equivoco como simplista de clericalismo y
anticlericalismo, catolicismo o anticatolicismo.
No
puede negarse que el radicalismo fue revolucionario y por lo tanto acudió a la
violencia como medio de acción para combatir “el régimen” pasando después de
lograr su máximo anhelo con el sufragio popular, al imperio de la le y
subordinación al sistema de la Democracia, siguiendo su catecismo laico contenido
en la “Profesión de Fe Doctrinaria”.
2.- Desde sus
inicios y especialmente luego de las fundamentaciones de la filosofía tomista,
la doctrina social cristiana se ilumina con las Encíclicas Papales, los
Documentos Conciliares y las Conferencias del episcopado. Larga trayectoria
esta que modernamente pasa, entre otros importantes trabajos, por la Encíclica
“Mater et Magistra”, “Pacem in Terris” de Juan XIII “Populorum Progresio” de
Paulo VI, “Laborem Excercens” de Juan Pablo II; documentos como los de Puebla y el dado a conocer en Argentina
sobre “Principios de Orientación Cívica para los Cristianos”. A ellos sumamos
“Sollicitud Rei Socials” (Juan Pablo II, 1987) y “Centesimus Annus(1991)”.
Los
documentos señalan ante todo, la obligación de actuar. “Deseamos en forma
especial que el cristiano asuma sus responsabilidades sociales a través de la
función publica “porque el verdadero católico” ha de tener presente ante todas
las cosas, y en cualquier coyuntura que ha de portarse como tal, acercándose a
los empleos posibles y desempeñándolos en el firme y constante propósito de
promover, según su posibilidad, el bien social y económico de la Patria,
particularmente del pueblo (Pío X, documentos Sociales). “A nuestros fieles les
recordamos. Cualquiera sea el grado de participación política que no es licito
el indiferentismo ni la abstención” (Conf. Episcopado Argentina, 24/X/82). “La
acción de los ciudadanos, en el marco del compromiso político, requiere
fidelidad, coherencia y perseverancia” (id.). “Hablad, hablad, predicad,
escribir, tomad posiciones como se dice, en armonia de planes e intenciones,
acerca de la verdadera fe, defendiendolas e ilustrandolas, de la actualidad del
Evangelio, de las cuestiones que interesan a la vida de los fieles y la tutela
de las costumbres” (Pablo VI, discurso, 24/8/68).
Hace mas de cien años que nuestro partido viene, en actitud sostenida,
coherente y comprometida, trabajando desde el gobierno o desde la oposición afirmando
ideas, escribiendo, orientando y usando todos los foros a su alcance donde el
conformismo, la indiferencia y la abstención se baten en retirada.
3.-El Humanismo.
Dice
la doctrina social cristiana: “La finalidad de esta doctrina de la Iglesia –
que aporta su visión propia del hombre y de la humanidad- es siempre la
promoción de la liberación integral de la persona humana, en la dimensión
terrena y ascendente...(puebla N° 475).
El
filosofo de la Universidad de Jena, Karl Christian Krause, quizás a través del
movimiento krausista español encabezado por Sanz del Río, influyo indiscutiblemente en el pensamiento de Hipólito
Yrigoyen, con su sistema conocido como panentismo que hace del mundo el
conjunto finito que se desarrolla en la infinidad divina, en la Humanidad que
reconoce a la naturaleza y el espíritu, opuesta a la teoría absolutista del
Estado. Rechazando las posiciones Hegelianas, se llega al ideal de una
Humanidad unida que proporcione a cada uno de sus miembros la participación en
la razón suprema y en el bien.
Por
nuestra parte dijimos (Documento de Carlos Paz, agosto 28 de 1982): ”En la
Profesión de fe Doctrinaria de la Unión Cívica Radical” se lee: “la revolución
radical al plantearse partiendo del Hombre y de su libertad, hace de la
política una creación ética. Para el radicalismo los fines son inalterables:
los de la libertad y democracia para la integración del Hombre”. Como lo
menciona S.S. Juan Pablo II (Puebla Discurso inaugural): “La nuestra es, sin duda, la época en que más
se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época del humanismo y del
antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las mas
hondas angustias del hombre respecto a su identidad y de su destino, del
relajamiento del hombre a niveles insospechados, época de valores humanos
conculcados como jamas lo fueron antes.
Podemos
afirmar con certeza que se ha deformado la visión del hombre con
discriminaciones y marginaciones, con la dependencia en relación a imposiciones
de consumo que acentúan la inseguridad y abrevian la vida. Se lo arroja a un
materialismo dado por concepciones individualistas y colectivistas y se subraya
un estatismo que lo desnaturaliza y agobia. Y ya en el pretendido justificativo
de la liberación o de la seguridad, se tortura, mata y practica la exclusión
política.
Las
tendencias materialista consideran a la
producción y a la economía como la totalidad de la sociedad humana, o al menos
lo que abarca el mayor espectro, cuando debiera ser aquella un mero subsistema.
Cultura, religión, técnica y política, aparecen subordinadas, en el manejo de
la colectividad y de las estructuras de poder, a las necesidades y dictados de
la economía, en tanto debiera ser lo inverso. Los totalitarismos de todo signo
nacieron del pánico económico o del predominio materialista. “ Triste condición
de un país – escribió Hipólito
Yrigoyen – si su prosperidad hubiera de consistir en el fomento de sus interese materiales. El progreso
es constituido preferentemente por fuerzas morales”.
“Aquel
punto de partida, el Hombre en toda su dignidad, lleva a ratificar la defensa
de la Democracia y el imperio de la plena libertad –que no es licencia- y de la
igualdad en todas sus expresiones. Por eso peticionamos la libertad de presos
sin enjuiciamiento o la celeridad debida a los procesos, para que nadie, sea
encumbrado o humilde, sufra dilaciones que ponen en duda la recta aplicación de
la justicia y acentuamos incansablemente el apoyo a las reformas de la
Constitución Nacional de 1994 que además de ratificar las Declaraciones,
derechos y garantías incorporaron disposiciones antindiscriminatorias, los
derechos de la mujer y del niño, y los Tratados Internacionales que preservaron
los derechos humanos y lo mencionado en el art. 75 inc. 22 C.N.
Los
fundamentos de la Democracia no son para nosotros solo utilitarios, referidos a
la formula mas adecuada para el gobierno político o para asegurar la mejor
distribución de la riqueza, sino que encierran un contenido espiritual, porque
sin ella la libertad del hombre y la igualdad aparecen cercenadas, “Todo hombre
y toda mujer, por más
insignificantes que parezcan, tienen en si una nobleza inviolable que ellos
mismos y los demás deben respetar y hacer respetar sin condiciones. La libertad
implica siempre aquella capacidad que en principio tenemos todos para disponer
de nosotros mismos a din de ir construyendo una comunión y participación que
han de plasmarse en realidades definitivas...” (Puebla, documentos N° 317 y
322). Un sistema donde se declare la democracia y se reserve el poder político
a una elite civil o militar sin legitimación de pueblo o a una concentración
del poderío burocrático, plutocrático o técnico, atentara siempre contra la base
espiritual que da a los hombres el derecho y el deber de participar como
electores o elegidos y seleccionar a los integrantes del poder que deben
decidir sobre su destino. La libertad no admite en su concepto pleno los
fraccionamientos, y de nada vele la libertad civil sin la libertad política o
sin la libertad económica. No hay hombres respetado si se niega al Hombre
ciudadano, sino se permite el pluralismo participatorio y el compromiso de
todos”.
4.- La Justicia Social.
En
la Conferencia Episcopal Argentina (Documento, punto 8) se lee: “en la defensa
de la dignidad humana, el bien común y la justicia social, los cristianos en su
opción política deben promover la valoración del trabajo humano y su primacía
sobre el capital, la técnica y aun las estrategias económicas, que deben estar
colocados al servicio del hombre, como la define “Laborem Excercens”, esta la
dignidad del trabajador, la exigencia de una justa retribución...”
En
nuestro citado documento de Villa Carlos Paz se dijo: “No hay dignidad humana
si se carece de una justa distribución de la riqueza”. Decía Alberdi: “Con un
derecho constitucional republicano y el derecho administrativo anárquico, la
América del Sur arrebataba por un lado lo que permite por otro: la libertad en
la superficie y la esclavitud en el fondo. “Para una inmensa mayoría las
libertades civiles corren de lado opuesto a la verdadera libertad económica, y
para muchos, la libertad del hombre como derecho inalienable y primario, no
tiene posibilidades de ejercicio ante la inaccesibilidad a mejoras económicas.
Por ello un sistema que se basa en la especulación o aun en la producción, pero
sin tener en cuenta una distribución, que da indicios de producto bruto
nacional con caracteres generales que obscurecen el verdadero destino de la
riqueza y el ascenso de los desheredados al bienestar general, no se compadecen
con la proclamada justicia social y las exigencias de la hora. Es necesario
revertir un proceso donde jubilaciones y pensiones mas que amparo de un debido
retiro son castigos económicos, el salario se deteriora entre un cincuenta y
sesenta por ciento en espacio de seis años y la riqueza se concentra en menos
del diez por ciento de los habitantes del país”.
A estas afirmaciones que podrán
considerarse teóricas, se deben agregar las realizaciones concretas de nuestros
gobiernos radicales que evidencian el respeto por derecho de huelga y de
sindicalización, por la libertad de trabajo, por los convenios colectivos, la
estabilidad del trabajador y los presupuestos oficiales puestos al servicio de una más justa
distribución de la riqueza en todas las expresiones de obras, servicios, salud
y educación, ratificados en la Constitución de 1957 y 1994.
5.- La propiedad.
Los mencionados documentos de la
iglesia han fijado las concepciones acerca de la propiedad. Así en la Encíclica
“Rerum Novarum”, de León XIII. Para ser el hombre el único animal dotado de
razón, hay que conceder necesariamente al hombre la facultad,
no sólo de
usar como los demás animales, sino de poseer con derecho estable y perpetuo,
así las cosas que con el uso consume,
como las que, aunque usemos de ella, no se acaban... y debe el hombre tener
dominio, no sólo
de los frutos de la tierra, sino que además de la tierra misma porque de la
tierra ve que se produce para ponerse a su servicio las cosas que el ha de
necesitar en el porvenir”. En la “Cuadraggésimo Anno” Pío XI afirma: “Siempre
ha de quedar intacto e inviolable el derecho natural de poseer privadamente y
transmitir los bienes por medio de la herencia; es derecho que la autoridad
publica no puede abolir, porque el hombre es anterior al Estado”.
Hasta aquí el reconocimiento nítido
del derecho de propiedad. Pero la Cuadraggésimo Anno, agrega: “ni León XIII ni
los teólogos que enseñaron, guiados por el magisterio y autoridad de la
Iglesia, han negado jamas o puesto en dudad el doble carácter de la
propiedad, llamado individual y social, según que atienda al interés de los
particulares o mire al bien común... a la verdad, los hombres en esta materia
deben tener en cuenta, no solo de su propia utilidad, sino también del bien
común, como se deduce de la índole misma del dominio, que es a la vez
individual y social, según hemos dicho”.
La encíclica “Mater et Magistra” de
Juan XXIII considera que es intrínseca e inherente a la propiedad su función
social, pues así lo exige la necesidad de vivir digna y holgadamente todos
los hombres, lo condicionan a las necesidades de la familia y es
consecuencia necesaria de la solidaridad humana: “...según el orden objetivo
establecido por dio, el derecho de propiedad se configura de tal manera que no
puede constituir obstáculo alguno para que sea satisfecha la inderogable
exigencia de que los bienes, creados por dios para todos los hombres,
equitativamente afluyan a todos, según los principios de la justicia y de la
caridad”.
El conjunto de la exposición
doctrinaria de esta ultima encíclica va dirigido, no tanto al aumento de la
producción sino a la defensa del hombre en su gran dignidad, poniendo en
evidencia las diferentes condiciones en que se encuentra particularmente el
agricultor. Las reflexiones sobre “Desarrollo Económico”, donde se propicia la
participación de los obreros en el capital y en las ganancias de las empresas,
la formación de las pequeñas y medianas propiedades y el amparo de la propiedad
familiar, exponen una doctrina concreta que esta lejos de la tesis materialista
e ilumina el camino de las realizaciones prácticas en la búsqueda de
nuevas estructuras.
En el mismo apartado de dicha
Encíclica, las consideraciones sobre la misión del Estado en relación a la
necesaria defensa de los precios agrícolas, la implantación de seguros y la
imposición justa de los tributos, no son sino francas indicaciones para la
actividad del Estado en miras a la aplicación de la doctrina que tratamos.
En consecuencia, la legislación y
los programas que se funden solamente “en el sagrado derecho de propiedad” o en
el simple “desarrollismo”, o que invoquen una doctrina liberal que deja a
merced de sus propias fuerzas al sector poblacional más desamparado; aquellos que prescindan del natural
destinatario de los cambios sociales que se preconizan, de la defensa de la
dignidad humana y del respecto a la familia y al papel del Estado como tutor
del interés común, habrá de reconocer cualquier inspiración menos señalada por
la doctrina social-cristiana, ratificada en las Ecíclicas y recogidas en los
“Documentos Conciliares”. Aquí se lee: “Cuando el incremento de la vida económica,
razonable y humanamente dirigido y coordinado, podría mitigar las desigualdades
sociales, muy a menudo se convierte en ocasión de que crezcan, como también en
algunas partes trae consigo al atraso de la condición social de los débiles y
el menosprecio de los pobres”. “La finalidad fundamental de la producción no es
mero incremento de los bienes productivos, ni el lucro, ni el dominio, sino el
servicio del hombre, y del hombre integro, en atención al orden de sus
necesidades materiales y de las exigencias de su vida intelectual, moral,
espiritual y religiosa”; “El incremento económico no debe ser dejado al curso
casi mecánico de la actividad individual, ni solamente al poder de la autoridad
publica. Son por consiguiente erróneas las doctrinas que, bajo pretexto de
falsa libertad, se oponen a las reformas necesarias...” (“Documentos
Conciliares”. Sesión publica del 7 de diciembre de 1965).
Paulo VI, en su “Populorum Pogresio”
ratifica: “La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional
y absoluto”; “no hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que
supere a la propia necesidad, cuando a los demás le falta lo necesario...”,
“...En una palabra, el derecho de propiedad no debe jamas ejercitarse con
detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de los padres de
la Iglesia y de los grandes teólogos”; “Pero, por desgracia...ha sido
construido un sistema que considera el provecho como motor esencial del
progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, la
propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin
limites no obligaciones sociales correspondientes”.
En la Sollicitud Rei Socialis se
dice: “La cooperación al desarrollo de todo el hombre y de cada hombre es un deber
de todos para con todos y, al mismo tiempo, debe ser común a las cuatro partes
del mundo...”; “Es necesario recordar una vez mas aquel principio peculiar de
la doctrina cristiana; los bienes de este mundo están originariamente
destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es valido y necesario,
pero no anula el valor de tal principio. En efecto, ella grava “una hipótesis
social”.
Este principio general sobre
propiedad fue confirmado por nuestros constituyentes en la Reforma de 1994
(art. 17 C.N.).
Monseñor Raúl Zambrano, Obispo
Facativa (Colombia), dijo en el Ciclo de Estudios socioeconómicos de Río Grande
Do Sul: “El concilio y la encíclica Populorum Progresio son más enfáticos, la propiedad
no es tratada desde el punto de vista del actual propietario, cuyos derechos se defienden
para defender la institución. El uso exclusivo (de la propiedad), se limita a
los necesarios para cada uno y su familia.
El resto debe ser entregado en
función del bien común. Es una formulación que no coincide con el concepto
capitalista de la propiedad privada y supera la interpretación tradicional de
la función social de la propiedad”.
Como advertimos, la Iglesia no se ha
limitado a un enunciado teórico de la doctrina acerca de la función social de
la propiedad, sino además, dado luz propia a las consecuencias que aquella implica: así legitima la
expropiación y la extinción del dominio /Supra Seminario del
Episcopado colombiano), la entrega de tierras de propiedad de la Iglesia (Idem),
la apropiación de bienes en caso de extrema necesidad, la intervención del
Estado en la distribución y uso de los medios de producción y la justificación
de las cargas tributarias.
Conviene vincular el recuerdo de la
doctrina de la función social a la posición de un partido político para que,
sin desmedro de otros, no sea ya mas realidad el pensamiento de un experto en
ciencias política:“ Ahora, como en el pasado, el ciudadano democrático en la
mayoría de los casos no sabe que cuestiones están en juego, que soluciones se han
propuesto, acules son las consecuencias probables y ni siquiera que programa
sostienen los candidatos que se postulan”.
En la “Profesión de Fe doctrinaria”
de la Unión Civil Radical se lee: “El mundo entero sufre un mal profundo
proveniente de no adecuar las posibilidades materiales modernas a fines de
emancipación del hombre. El Radicalismo cree que solo una cruzada de honda
pilsacion humana por la liberación del hombre contra todas las formas degradantes
del imperialismo en todos sus aspectos, podrá salvar al mundo en su grave
crisis; así como recuerda su fe en el destino de los pueblos de nuestra grande
crisis, así como recuerda su fe en el destino de los pueblos en nuestra grande
hermandad continental, unida en su libre soberanía y luchando por conquistar
junto con los instrumentos de liberación política, el sistema de garantías
sociales, contra todos los privilegios económicos que ahogan la libertad y
niegan la justicia”.
El
Dr. Hipólito
Yrigoyen, en su Mensaje al congreso Nacional de agosto de 1920, advertía: “La
democracia no consiste solo en la garantía de la libertad política: entraña a
la vez la posibilidad de todos para poder alcanzar un mínimo común de felicidad
siquiera”. En otras comunicaciones y mensajes, el entonces Presidente de la
República preconizo la defensa de la tierra publica para emplearla como
elemento de trabajo.
“La tierra publica decía el
Presidente Yrigoyen, empleada como elemento de trabajo, es el mas poderoso factor
de civilización, de ahí que una nación del grado de cultura a que ha llegado la
nuestra, no deba desprenderse de sus tierras sino para entregarlas a la labor
de muchos, a la colonización intensa y a la radicación de hogares múltiples”; a
ello agregamos la fijación de precios topes de arrendamientos y la lucha contra
la especulación y el monopolio: “El poder ejecutivo piensa que es necesario
amparar la industria y fomentar su desarrollo, porque ello significa
prosperidad para el que produce y bienestar para el que consume, pero es
necesario también proceder con mano enérgica para impedir la explotación de
quienes pretenden aumentar su fortuna sin incorporar ningún esfuerzo a la labor
común”.
Justificando medidas legales para
intervenir en amparo del consumidor, decía: “Erróneamente se encara esta
iniciativa como un caso simple de expropiación común, sometido a las reglas
ordinarias. Es una medida de salud pública impulsada por altos fines de armonía
social, si los poderes públicos no adoptan con rigor medidas de esta
naturaleza, no sólo no llenarán su imprescindible función social, sino que, al
amparo de la tolerancia, se especulará con el hombre y la necesidad del
pueblo”.
En las “Bases de Acción Política”,
el punto VI prescribe: “Organización de una democracia económica. Control de la
economía en base a un planeamiento fijado por los órganos representativos de la
voluntad popular, que coloque la riqueza natural, la producción, el crédito,
las industrias, el consumo, el intercambio internacional, al servicio del
pueblo y no de grupos o minorías, para construir un régimen que subordine la economía a los fines y derechos del
hombre y movilice sus recursos, no en el limitado beneficio de los poseedores,
sino del desarrollo nacional y del bienestar social”.
En la constituyente de 1949, el
convencional Antonio Sobral, con galanura y acierto dijo: “Por eso para mi el
hombre cargado de eternidad hace los medios tan plenos de sentido morales que
nadie tiene derecho a tomarlos en su exclusivo beneficio, a apoderarse
instrumentos de producción puestos ahí para todos, para que todos cumplamos
nuestros fines y entre estos medios el esencial al hombre, el de la tierra. Por eso para nosotros la propiedad,
el trabajo y la economía hacen todo inseparable: forman un complejo social,
pero en función del hombre y no al manejo ni al servicio del Estado”.
En la Convención Constituyente de
1957, el radicalismo concretó su pensamiento sobre la reforma del inciso 9° del
art. 14: “Este derecho (de usar y disponer libremente de la propiedad), se
ejercerá con las limitaciones impuestas por el interés social y el bienestar
general”.
El Congreso Agrario reunido en
Córdoba en 1961 dijo a través de las palabras de su inspirador, el señor Justo
Paez Molina: “No negamos el derecho de propiedad que nace de la constitución.
Creemos en él como elemento indispensable para completar el destino del hombre
y asegurar su felicidad. Él está, insisto, en la naturaleza humana y su origen se remonta, con pasión y objetivo
de conquista, al origen mismo de los tiempos. Pero no creemos que la propiedad
de la tierra pueda estar librada al capricho de su dueño; nadie puede escudarse
tras ese derecho para hacer con su propiedad lo que quiera, incluso no
trabajarla o trabajarla mal, como ocurre actualmente en que inmensas
extensiones de campos improductivos por falta de trabajo o malogrados por
destinos inconvenientes e inciertos, privan a la sociedad de una producción que
el país necesita para la riqueza colectiva; el que no pueda trabajar su tierra,
que la venda o la entregue a quién está en condiciones de hacerlo, pero no
especule con la incrementación vegetativa de un valor que no ha contribuido ha
formar; en este caso, el Estado, por los infinitos medios que dispone,
concurrirá a hacer efectivo el mejor interés social para que su propiedad se
diversifique con vistas a que todos tengan acceso a ella”.
Este mismo Congreso aprobó, entre
otras ponencias, “La Reforma de la constitución Nacional para establecer el
principio de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social”.
Lo expuesto sintetiza una posición
nítida sobre los grandes objetivos el Partido, a través del señorío del hombre
protegido en la integridad de todos sus atributos y las limitaciones al poder
absoluto de la propiedad y de la riqueza. Esta postura vivió, no sólo en el
limbo de la doctrina desnuda, sino en
la dinámica de normas, resoluciones y medidas de gobierno. Ejemplo de ello fueron las recordadas leyes sobre
congelación de arrendamientos y precios, la expropiación del azúcar, las
disposiciones sobre afectación de tierras públicas, el proyecto del Código de
Trabajo, la Ley del Salario vital móvil, etc.
El
oyente podrá apreciar el esfuerzo –y sobre todo la coherencia en la lucha y la
identidad con la concepción cristiana- en miras a imponer una doctrina que
compadece la democracia con la igualdad, la producción de la riqueza con la
justicia distributiva y el derecho de propiedad con la limitación a nuestro
impulso egoísta de almacenar bienes acaparando todo cuanto sirve a la holganza,
la ostentación y el poderío.
Cuando el Radicalismo incluyó en sus
plataformas los objetivos de la Reforma Agraria, de la preservación de los
recursos naturales y aún de la Integración Latinoamericana, fue sospechado de
sostener postulados contrarios al derecho de propiedad o tesis de extrema izquierda. Conviene pues remarcar
que la U.C.R. nunca sostuvo tesis colectivas negatorias de tal derecho, no
llevó a cabo confiscaciones, ni de la propiedad en general ni de la propiedad
de la tierra. En su plataforma (documentos del comité Nacional) se dice: “La
tierra es un bien de producción y no de renta, ni puede ni debe ser instrumento
de especulación, ni el derecho de propiedad podrá ser ejercido en forma
absoluta, pues ésta solo es legítima y es justa en medida que cumple una
función social. Se llevará a cabo una efectiva Reforma Agraria fundada en
factores sociales, económicos y políticos que no se agotará en el proceso de
división de la tierra, sino que se complementará con la creación de adecuadas
estructuras para un mejor aprovechamiento agrario... la política del sector
agropecuario debe facilitar al acceso individual o familiar del productor a la
propiedad de la tierra...” y en nuestra plataforma provincial de 1973-76 incluíamos
también la defensa de la auténtica empresa agraria.
Ahora la Iglesia toma las palabras
de Juan Pablo II: “Sobre la propiedad privada grava una hipoteca social” según
ya relacionamos y agrega: “La propiedad compatible con aquel derecho primordial
es más que nada un poder de gestión y administración, que si bien no excluye el
dominio, no lo hace absoluto ni limitado...” “El agotamiento de los recursos
naturales y la contaminación del ambiente constituirán un problema dramático.
Afirmamos una vez más la necesidad de una profunda revisión de la tendencia
consumista de las naciones desarrolladas; deben tenerse en cuenta las
necesidades elementales de los pueblos pobres, que forman la mayor parte del
mundo”. (Puebla, N° 492 y 496).
La defensa de la tierra pública
argentina, de nuestros productores arrendatarios, de la producción cerealera,
de los recursos energéticos y de los bosques nacionales, que fueron y son
motivaciones del radicalismo, se ajusta pues a la doctrina social cristiana,
alejándose de lo que en forma infundada se le atribuye. Ni el Presidente
Yrigoyen, ni Illia, ni Alfonsín, confiscaron o estatizaron propiedad o empresa
alguna.
6.-La paz - la violencia
Enseña Juan XXIII (Pacem en Terris) “no
falta hombre de gran corazón que, encontrándose frente a situaciones en la que
las exigencias de la justicia o no se cumplen o se cumplen en forma deficiente,
movidos del deseo de cambiarlo todo, se dejan llevar de un impulso tan
arrebatado que parecen recurrir a algo semejante a una resolución. A estos
tales quisiéramos recordarle que todas las cosas adquieren su crecimiento por
etapas sucesivas... La violencia nunca ha hecho otra cosa que destruir, no
edificar: encender las pasiones, no aplacarlas. Acumulando odio y ruinas, no
solo no ha logrado reconciliar a los contendientes, sino que a hombres y a
partidos los ha llevado a la dura necesidad de reconstruir lentamente, con
imponderable trabajo, sobre los escombros amontonados por la discordia, la vieja
obra destruida. “-Y en el documento reciente de Argentina (punto 12)Se
ratifica: “La tentación de la violencia y la llamada radicalización política,
es el pretexto de un compromiso con la justicia y la liberación, es una de las
tensiones que pueden desviar a los ciudadanos de una recta opción política”.
El Radicalismo tiene dicho
(Documentos y Declaraciones - comité Nacional): “Dentro del marco de la lucha,
el radicalismo predicó la paz, la seguridad del hombre y de la mujer argentina,
la superación de los desencuentros del pasado en aras de la unidad nacional”...
“Nuevos hechos de intolerancia y de violencia obligan a declarar nuestra
angustia y protesta. Estos hechos solo pueden engendrar las bases de sistema
totalitarios repudiados por nuestro pueblo y nuestra historia. Sobre el crimen
no lograremos seguridad ni tendrá vigencia feliz nuestra realidad humana.
Dijimos antes que la muerte entre argentinos no reconstruirá la República.
Decía Yrigoyen en su mensaje al
gobernador de la Provincia de Santa Fé (1921), “La misión de los altos poderes
del Estado es de paz y armonía y este resultado solo se obtiene desenvolviendo
una acción moral y política ...El apoyo del mismo presidente a la Liga de las
Naciones, el tratado de Paz y Amistad con la República de chile logrado no sin
grandes impulsos del Presidente Alfonsín y desarrollados esfuerzos en el
Parlamento Argentino, son una línea clara a favor de la Paz, asegurando el
mencionado Tratado no solo un desarrollo bilateral pacífico sino la Paz de la
región”.
También el Presidente Alfonsín, con
sus directivas e inspiraciones, nos encomendó misiones en el exterior donde
abogamos permanentemente por el desarme y el uso pacífico de la energía
nuclear.
7.-La Familia.
Dice la Iglesia (documento del
24/10/82, punto 9): “El laico cristiano en su opción temporal, debe luchar por
la preservación de los derechos inalienables de la familia, célula vital de la
sociedad, cuya existencia precede a la del Estado”.
En la Centesimus Annus se dice: “Hay
que volver a considerar a la familia como Santuario de la vida. En
efecto, es sagrada. Es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida
y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está
expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico
crecimiento humano. Entre llamada cultura de la muerte, la familia constituye
la sede de la cultura de la vida”.
Por nuestra parte hicimos esta
afirmación tomando las bases partidarias: “...queremos singularmente llamar a
la mujer en su condición de trabajadora y más en su posición de eje y sostén de
una estructura fundamental, concretada en la familia.
Sin una u otra no podrá hablarse
jamás de sociedad donde impere el mutuo respeto, la solidaridad y la paz. No
podrá lograrse el sentimiento nacional, partidario o familiar sin la actuación
y heroicidad que caracteriza a la mujer argentina.”
8.-La ética.
Ya ha sido denunciada
insistentemente la crisis de nuestras sociedades basadas fundamentalmente en la
crisis moral y no será bastante lo que es insista en la reconstrucción sobre el
pilar ético en todas sus manifestaciones. A riesgo de ser tachados de
personalistas, queremos en este apartado limitarnos a citar párrafos de Manuel
Galvez que condensan la trayectoria de un hombre del radicalismo, y lo hacemos
por lo que importa una orientación a nuestra corriente cívica y transformada
casi en axioma y en imperativo de la praxis política: “Hipólito Yrigoyen
quedará en nuestra historia como un reformador moral. No es el único, pero es el
más eficaz...por medio de sus conversaciones individuales, de sus órdenes y
decretos, de tal o cual frase de sus escritos, ha atacado la inmoralidad del
ambiente. Sólo él ha tenido palabras contra el descreimiento, vale decir, a
favor de una fe. Su vida entera representa una lucha contra la
indiferencia. Frente al partido Demócrata Progresista, que es intelectual y
frío, él predica el entusiasmo y el sentimiento. Y frente al socialismo
materialista y ateo, extranjerizo y disolvente, él predica el sentimiento
religioso de la vida, la alta moralidad del patriotismo y la defensa de la
familia cristiana. La necesidad de la ética política ya
está en la conciencia argentina. Eso es la obra de Hipólito Yrigoyen”.
Si ello es historia, si por
desgracia Argentina cayó nuevamente hoy en crisis moral, ahora debemos
parafrasear al escritorio que no perteneciera desde luego a nuestras filas,
según a otra conducta personalizada en Arturo Illia el quijote andante
que dice y, exhibe palabras de ley y moral. El Radicalismo continúa así
blandiendo la ética. Y esto es obra del ex presidente de los argentinos a quien
siguieron sin desviaciones, Alvear, Illia, Alfonsín y hoy lo hace
Fernando De La Rúa.
Dijimos al comienzo que ni la
Iglesia ni el Radicalismo son inmutables, pues responden a las exigencias de
los cambios sociales y políticos. Hoy nos enfrentamos al ocaso de los imperios,
a la globalización, al desdibujamiento de las fronteras nacionales. La globalización o
mejor dicho universalización, llevada de la mano inicialmente por los intereses
económicos y
financieros, del narcotráfico, de los delitos financieros, de la ecología y de
las migraciones, donde el sentido de nación es superado por la región y aún por
los acuerdos interegionales y las comunidades, sobrepasa
los límites individuales para bien o para mal. La línea Maginot, la Muralla
China y el Muro de Berlín, maravillas de la técnica o de la humanidad o
vergüenza de la misma según el caso, ya parecen, en sus intentos de
preservación de fronteras, como iniciativas estúpidas. La cordillera de los
Andes, límite natural de más de 5000Km. Está hoy perforada por caminos,
oleoductos, gasoductos y explotaciones mineras compartidas. Las presas
internacionales son cada vez mayores. Esto atrae un cambio político y sociológico
que se traduce en estrategias políticas y en modos de responder distinto, las
exigencias y problemas de las sociedad4es modernas. Pero los principios de las
doctrinas políticas siguen siendo los mismo.
Como
cristianos y creyentes soñamos con Teilhard de Chardín que “quizá venga un día
en que el campo terrestre esté completamente cultivado, o se vuelva inhabitante
y la única ocupación humana (no sólo la de ciertos elegidos o “especialistas”
sino de toda la especie) sea la de retirarse más profundamente y directamente
en dios en el seno de la noche mística...”. Pero no ha llegado ese momento.
Todavía hacen falta labradores para hacer vivir a los orantes; ya a aquellos es
preciso poder explicar que trabajan en Cristo, aún cuando remuevan la tierra”.
Víctor
H. Martínez
Comité
Capital U.C.R. Bs. As.
Abril 3,
2000