8 de marzo de 1954

 

A 50 años de la muerte de un sabio:

El Dr. Emilio Ravignani

 

Escribe Enrique Pereira

 

El Dr. Emilio Juan Francisco (1886-1954) fue, sin duda alguna, uno de los más excepcionales militantes y dirigentes de la Unión Cívica Radical, a la cual se incorporó al ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

Ravignani, que además de abogado y doctor en Derecho, era doctor en Filosofía y Letras fue a la vez que un luchador callejero, valiente y decidido, un intelectual de prestigio internacional, un docente cabal, un creador de escuelas, un parlamentario inteligente y combativo.

Su obra como historiador e investigador resultaría interminable detallar en estas líneas yen el plano político ostentó “....un fervor cívico que le señaló un puesto en las filas de la Unión Cívica Radical, el gran partido que luchaba por reconquistar para el pueblo los derechos asignados en la Constitución Nacional de 1853... en la tribuna callejera auscultó el sentir de las masas, que le acompañaron con sostenida adhesión; en el debate parlamentario se desempeñó con altura y firmeza retomando la defensa de los ideales democráticos.”

“Mas la personalidad del doctor Ravignani habría de alcanzar singular relieve en el campo de la cultura y en particular modo dentro de las disciplinas históricas. Se inició en ellas siendo muy joven y fue precisamente en esta ciudad (Paraná) donde realizó sus primeras investigaciones de aliento. Nuestros archivos locales vieron trabajar con ahínco al entonces estudiante universitario, el fruto de cuya ardua tarea se publicó en 1911en tres grandes tomos en “Documentos relativos a la Organización Constitucional de la República”. Dicho título indica por otra parte una dirección peculiar de sus estudios, representada en uno de sus grandes jalones por la “Historia Constitucional d la República Argentina”, reflejo de las lecciones en las cátedras de las Universidades de Buenos Aires y La Plata y coronada en la monumental serie de “Asambleas Constituyentes Argentinas”, obra de excepcional envergadura, que honra a la cultura nacional.” (*)

En el plano partidario este infatigable sabio ocupó muchos cargos, hasta la presidencia del Comité de la Capital y el de su querida seccional 17ª, miembro del Comité Nacional, de la Convención Nacional, presidente del Núcleo Unidad, participa de las reuniones académicas, de las sesiones de las comisiones de la Cámara y de los debates, muchas veces para nada ortodoxos de las encrespadas reuniones radicales-

Siempre fue un hombre de pueblo, jamás un intelectual acartonado, era un intelectual en serio, de esos que hablan con hablar sencillo, un trabajador de la cultura, que se esforzó por desvelar los misterios del pasado y sacar la verdad a flote. Fue un pionero del revisionismo, sin tufo nacionalista, sino con verdad argentina, simple y pura. Detestaba la historia oficial, pero también la otra, también dibujada, exaltando los “valores” negativos, esa que quería convertir en santos a los déspotas vernáculos y en definitivas adoradores de Mussolini, Franco y los señores de la guerra.

Allá por 1922 el intendente de Buenos Aires, Carlos M. Noel, lo nombró Secretario de Hacienda de la Municipalidad, cargo desde el que demostró cu capacidad tanto de hombre de gobierno, como de administrador honesto.

Por esos años también fue Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, funciones que desempeñó en dos oportunidades.

Tras el ataque a las Republica perpetrado por Uriburu, Ravignani, poseído de una enorme indignación como demócrata, intensificó aun más su militancia radical, lo que le valió llegar en 1936 a la Cámara de Diputados de la Nación, donde sobresalió como legislador trabajador y combativo. Colaboró, a partir de la dictadura setembrina, con energía en la reorganización nacional de la UCR, en esos tiempos ominosos del fraude en que esa militancia era cosa audaz y peligrosa.

Su mandato, que finalizó en 1940 no lo alejó de la Cámara, ya que por su talentosa acción fue reelecto, hasta que en 1943 otro golpe militar cerró el Congreso.

En esos años participó con entusiasmo en la búsqueda de coincidencias con otras fuerzas democráticas para terminar con la vergüenza del fraude y la corrupción conservadora, siendo uno de los principales dirigentes, tras el 4 de junio del 43, del sector unionista de la UCR, como así también –pocos años antes-, comprendiendo la gravedad de lo que sucedía en Europa, ante el avance del totalitarismo nazi, se metió de lleno a organizar la solidaridad con la II República Española, discrepando en absoluto con la postura, por ejemplo de FORJA, de mirar para otro lado, so pretexto que esos episodios estaban más allá de las fronteras argentinas.

Nuevamente diputado nacional en 1946, Dr. Ravignani fue uno de los pilares del legendario “Bloque de los 44” presidido por Ricardo Balbín, integrado, entre otros, por Raúl Uranga, Silvano Santander, Arturo Frondizi, Luis Dellepiane, Nerio Rojas, Ernesto Sammartino, Antonio Sobral...

Fue un mandato breve, de dos años, más en 1952, cuando –mediante una ley electoral deliberadamente tramposa- la representación radical había sido menguada, el célebre historiador volvió a la trinchera parlamentaria. Nuevamente se hizo oír, a pesar de las molestias, de las quitas de la palabra. El maestro enseñaba, aun cuando no quisieran escuchar, él hablaba más alto, mas cierto y más claro...

En medio de esa actividad vertiginosa, sin descanso, Ravignani viajaba cada semana a Montevideo para organizar el instituto de Investigaciones Históricas del país hermano y dar sus lecciones en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República del Uruguay, donde sí podía enseñar este luchador, cargado de honores y de reconocimientos por las instituciones culturales más importantes de América y de Europa. De allá, volvía, apresurado, para defender a su radicalismo en el Congreso, a su grupo en el Partido, a debatir con sus convecinos de la vieja seccional y, un par de veces al mes, sin duda, a celebrar doctas tenidas en la Academia Nacional de la Historia, que integraba, para encerrarse a escribir, por la noches, usando hasta el último trocito de su tiempo.

Cuando murió, repentinamente, en la madrugada del 8 de marzo de 1954, su antiguo alumno, Santiago Fassi, también diputado nacional de la UCR, afirmó que “no podrá acusarse a la muerte de haber interrumpido artera y sorpresivamente una vida proficua. Reiteró sus anuncios exigiendo pausa en la labor sin descanso y en la tensión insostenible, exigida por el espíritu de Emilio Ravignani, a su castigada envoltura carnal, pero este luchador, de insospechada energía, desoyó las advertencias, y quiso seguir sirviendo a la República en la militancia política y en la ardorosa tribuna parlamentaria, y a la patria y a la cultura en la enseñanza superior.”

Al morir Ravignani ya no era profesor en la Universidad argentina. Hoy superadas concepciones excluyentes lo habían alejado, pero la Universidad se adhirió a su último viaje terreno con la presencia de cientos de sus alumnos y con el recuerdo de una vida que resalta la valía y la dignidad de la actividad política. Vida útil, vivida con pasión, con entereza y con inteligencia, como lo hizo el doctor Emilio Ravignani.

A medio siglo de la muerte de este sabio militante, su memoria –y la de tantos otros- exige que abrevemos en sus ejemplos, que en ellos miremos, y sin duda allí hallaremos la solución a encrucijadas, a situaciones que hoy nos parecen misteriosas e insolubles.

 

NOTA:

(*) De la necrológica de EL DIARIO, 10 de marzo de 1954, en la que creo descubrir la pluma del Dr. Arturo J. Etchevehere, admirador y amigo de Emilo Ravignani, que más de una vez lo visitó.

 

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