Biografía del Dr. Horacio Bernardo Oyhanarte

 

OYHANARTE, Dr. Horacio Bernardo (1885-1946) Se incorporó en plena juventud al radicalismo bonaerense, manteniendo una invariable lealtad y cercanía con el Dr. Hipólito Yrigoyen.
Era hijo de don Juan Oyhanarte, presidente del primer comité radical de la Rojas, director de “La Verdad”, asesinado por los sicarios del régimen que, en verdad, fue falaz y descreído y de doña María Hegoburu, madre de cinco hijos pequeños. Horacio fue el mayor, nacido en esa ciudad el 15 de marzo de 1885, “fecha que él, siguiendo lo que fue y será una tradición familiar, siempre se encargó de desmentir, al punto que su cédula de identidad decía que había nacido en 1890.”
La figura de Horacio Oyhanarte es paradigmática y su vida semeja al argumento casi imposible de una novela. Además del drama con que la pertenencia al radicalismo marcó para siempre a toda su familia, la saga de su existencia, siempre por razones de su identidad partidaria, es singular e inolvidable. “Este joven, que había visto caer a su padre, que había visto luchar a su madre sin descanso, que había vivido junto a ella las amenazas, las persecuciones, expulsiones y traslados, pudo haberse convertido en un resentido, en un vengador compulsivo, o, a la inversa, en un pusilánime, sin fe y sin ganas de luchar, total ¿para qué? Pero en Horacio, y luego veremos que ocurre lo mismo con su hermano Raúl, se da el fenómeno contrario. No se quedaron en el odio, fueron más allá, supieron crecer, aunque nunca pudieron olvidar todo lo ocurrido porque fueron heridos en lo más profundo, en lo más íntimo, y sin duda, ello condicionó la personalidad de ambos. En gran medida, los Oyhanarte fueron la consecuencia de aquel trágico hecho del 1º de marzo de 1896. Esa imagen del padre baleado les impuso una actitud ante la vida. Siempre fue un recuerdo que volvía y volvía a sus mentes y a sus sensibilidades. ... su madre estimulaba el deseo de venganza pero también el de pelea... Nunca pudieron tolerar la hipocresía que representaba el Régimen. Horacio no se amilanó ante nada ni nadie. No dudó, siendo casi un niño, en saltar al recinto de la Cámara para desafiar a quien consideraba su enemigo, no temió enfrentarse con Carrasco , donde sea y como fuera. Así fue desde chico y así será a lo largo de su vida, un petiso corajudo y compadrito”
Desde muy jóvenes los Oyhanarte estuvieron estrechamente vinculados al Dr. Hipólito Yrigoyen. Bien se dijo “son jóvenes militantes que creen en ese hombre honesto y enigmático. Como su padre, ellos también serán hombres de Yrigoyen.”
Aprendió en el periódico dirigido por su madre cada aspecto del trabajo en una imprenta y también a escribir su pensamiento, siempre claro y directo. Cada palabra un martillazo certero.
En La Plata, donde estudiaba con grandes sacrificios, obtiene en 1907, a los veintidós años, el título de abogado, sin cesar en su militancia y se enfrenta, entonces, a una nueva responsabilidad ante su vocación política. “Horacio era un hombre de acción, y la política era para él acción. Supo encontrar en ella la razón de su vida y, hombre afortunado, el destino lo puso frente a quien sería su conductor y su ejemplo... Será el hombre que supo unir su extraordinaria capacidad de acción, su desbordante energía, su pasión, con ese genio, con esa dosis de intelectualidad absolutamente necesaria para distinguirse, para diferenciarse del resto.”
No existen hechos significativos en los que participe la U.C.R sin que Oyhanarte forme parte de ellos, desde el momento en que formalmente se afilie al Partido. Antes, sin embargo, estuvo en la Revolución de 1905.
Viaja al interior, colabora activamente con la reorganización de Santa Fe y comienza a significarse como un orador claro y profundo, que despertaba el entusiasmo de quienes lo escuchaban. No lo ayudaba la voz, pero se imponía por el contenido.
El mismo lo expresa”....recorrí el país, antes y después de graduarme, de uno a otro extremo, propalando desde las tribunas públicas los ideales de la U.C.R, Nadie pensaba en aquel entonces, en que éramos una modesta y escasa legión de románticos, agrupados en torno del Dr. Yrigoyen, que el Radicalismo pudiera triunfar, ni no nos importaba tampoco el triunfo como expresión de conquista o como satisfacción de poder, porque todo lo que pedíamos a nuestra juventud y a nuestra decisión era sacrificarnos por la honda inspiración patriótica y ciudadana que nos movía.”
A la par se ocupaba de ganarse la vida con su profesión, como también ocupaba parte de su tiempo a escribir, pasión que mantuvo durante su vida. En 1904 alcanza su primer lauro como poeta, en los Juegos Florales –por entonces de gran resonancia- que organizaba la Sociedad Española de Buenos Aires, que anteriormente (como recuerda su biógrafa) habían consagrado a Olegario V. Andrade y Joaquín Castellanos. El titlar del jurado fue el Dr. Roque Sáenz Peña.
Su importancia en la U.C.R va creciendo y ocupa a lo largo de los años muchos cargos en la estructura partidaria. En 1909 era secretario del Comité de la Juventud y posteriormente integró, entre otros cuerpos, la Convención y el Comité nacionales.
El colmo del accionar tramposo del Régimen se dio en 1910 con la elección de Roque Sáenz Peña quien obtuvo, por vez primera, el voto de la unanimidad de los electores. Al parecer nadie, en la totalidad de la Argentina tenía otro candidato, otra idea...
Fue, verdaderamente, una paradoja, ya que quien había sido el mayor beneficiado del fraude en toda la historia, fue quien más vergüenza sintió e hizo fuerza desde el poder para que la democracia no fuese una farsa y el gobierno un grupo de avivados que su aupaban al mismo con métodos deleznables.
La tremenda presión popular, abanderada por la Unión Cívica Radical, que no cejaba en su empeño que tenía más de veinte años, arrinconó al Régimen y le arrancó la famosa ley que se denominó “Sáenz Peña”, con bastante injusticia, puesto que fue la lucha radical encabezada por Yrigoyen la que la sacó a flote.
En 1912, luego de extensas deliberaciones, la Convención Nacional de la U.C.R decide participar de los comicios para elegir diputados nacionales.. Pero antes –con las dudas de Yrigoyen- la U.C.R había ganado las elecciones gubernativas en Santa Fe, celebradas el 31 de marzo de 1912. Ewn esa campaña participaron el Dr. Yrigoyen, acompañado de un numeroso grupo de dirigentes. El acto central de esa campaña inaugural de la democracia argentina es cerrado con un discurso inolvidable del joven Horacio Oyhanarte, quien expresó que: “... si la intención del Radicalismo de alcanzar la reparación por las vías pacíficas llegaba a frustrarse por el fraude, se volvería nuevamente a la revolución.”
El 22 de marzo de 1914 se produjo la segunda renovación legislativa con la vigencia de la nueva ley electoral. A pesar de las “picardías” de varios gobiernos provinciales, la U.C.R incrementó de once a veintiocho el número de sus diputados nacionales. Uno de ellos, por la provincia de Buenos Aires, fue Horacio Oyhanarte.
Su ingreso fue espectacular, memorable y ejemplar. Es, sin dudas, uno de los grandes hitos del Parlamento argentino, la intervención en la que, antes de prestar juramento y en nombre de la Unión Cívica Radical, cuestionó formalmente por tramposa y fraudulenta la elección de la Provincia de Buenos Aires. Habló Oyhanarte durante cuatro sesiones seguidas, a partir del 11 de mayo de 1914. Hubo algunas réplicas y posteriormente Horacio Oyhanarte habló durante otras dos sesiones.
Lo extraordinario fue que una persona muy joven que por vez primera se sentaba en ese recinto, en la propio cara de los personajes más encumbrados del Régimen, les enrostró –acusándolos severamente- sus “hazañas” tortuosas en todos y en cada uno de los muchos pueblos de la enorme extensión bonaerense. No dejó de señalar ni uno solo ni se calló ninguna fechoría. Bien lo señala María Oyhanarte en su fenomenal obra que en ese verdadero “Yo acuso” del Radicalismo y de Horacio Oyhanarte se dio “...la posibilidad de que él, el hijo de aquel periodista radical asesinado, pudiera gritar su dolor y sus verdades ante los rostros de esos conservadores perplejos que no terminaba de digerir que ese intruso, ese novato, se hubiera convertido en un acusador resuelto, agresivo, implacable.”
Tanto es así, que el debate registra estas palabras emocionantes y terribles: “Allí, señor, en un noche lúgubre, que está presente, no en mi venganza, pero sí en mis sentimientos, en una noche lúgubre, que siempre clarea en mi imaginación y más me aferra a esta causa como norte y orientación de mi vida, en una noche lúgubre, decía, me levanté sabiendo que habían asesinado por la espalda a mi pobre padre (aplausos en las bancas y en las galerías) Yo imputo, señor, este asesinato villano al régimen, al mismo régimen que hoy escarneces a la provincia de Buenos Aires. (Aplausos en las bancas y en las galerías) Yo me levanté en esa noche trágica de mi vida, sabiendo que mi padre había sido asesinado, cuando el menor de mis hermanos no había visto aún la luz del sol. Quedamos huérfanos, señor, cinco de nosotros, como ha quedado huérfana esa pobre criatura que yo comprendo en todo el desamparo de su vida, esa pobre criatura de De Diego , quedamos huérfanos, como decía, y alguna vez en la noche, en las miserias prolongadas, en los dolores íntimos de mi infancia, he deseado, lo confieso, llegar a esta tribuna para ocuparla nada más que un minuto, y poder exteriorizar estas grandes verdades dolorosas (Grandes aplausos) ... Debo también tributar un homenaje que es un verdadero homenaje de hijo y de argentino a una santa mujer, a mi gran madre...homenaje argentino para que las mujeres virtuosas, que anónimamente se hayan debatido entre los infortunios y los dolores, tengan constancia y firmeza en el cumplimiento del deber... para que sepan que puede llegar el día en que les haga plena justicia y que un hijo de la adversidad venga a ocupar una banca, como ésta, para hacer relampaguear con sus dolores el verbo de la verdad y la justicia.”
Fue el discurso de Oyhanarte, además de su consagración, el desencadenante de una transformación sustancial en el parlamento argentino. A partir de entonces, y salvo el interregno aleve de la década infame, nunca fue más una especie de club exclusivo de la oligarquía, con excepcionales apariciones disidentes, sino una caja de resonancia de los sentimientos, frustraciones y esperanzas nacionales.
En 1916, año de renovación presidencial, el diputado Horacio Oyhanarte era secretario de la Convención nacional del radicalismo que tenía, entre otras responsabilidades, la de elegir los candidatos a presidente y vicepresidente de la Nación.
El más alto organismo partidario se reunió en el Teatro Onrubia el 22 de marzo de dicho año y, casi por unanimidad, eligió como candidato a Presidente al Dr. Hipólito Yrigoyen y luego nominó para la vicepresidencia al doctor Pelagio B. Luna, quien derrotó al candidato Vicente Gallo, postulado por el sector llamado “azul.”
Se produce, entonces, el conocido episodio de la resistencia del Dr. Yrigoyen a aceptar la candidatura. Hasta que una comisión que, entre otros, integraba Oyhanarte, logró que el jefe radical aceptase la decisión partidaria.
Por esas jornadas de esperanza, Oyhanarte publica su famoso libro “El Hombre”, una biografía de Yrigoyen –la primera- de ellas- que fue un importante factor de la épica campaña en que los argentinos por vez primera eligieron en libertad a sus gobernantes.
Oyhanarte fue un parlamentario excepcional y un adversario temible, en el argumento y en la polémica. Es de hacer notar que los adversarios del radicalismo se complacían en agraviar a su dirigentes, tratarlos de advenedizos, maleducados, guarangos. Benjamín Villafañe llegó a decir que “Era el encumbramiento de la hez de la chuma; la supremacía del analfabeto sobre el hombre instruido; de los Saccones, Bidegain, Bard, Oyhanarte, sobre los apellidos de tradición culta, inteligente, instruída,, moral, de abolengo,...”
Es de hacer notar que los llamados “diarios principales” prácticamente le había declarado la guerra al batallador diputado radical, sin dudas ofuscados por haber este desnudado a los personajes supuestamente “distinguidos” en su no tan oculta condición de beneficiarios del fraude y protectores de las violencias y barbaridades que el mantenimiento de la trampa requerían, una verdadera asociación ilícita para mantenerse al frente de las situaciones que azotaban a varias provincias. Un conocido legislador conservador se quejaba amargamente ante el cercano triunfo radical: “Hemos pasado del escarpín de baile a la alpargata”. Alguno de ellos, incluso, se abstenía de nombrarlo. Otros se burlaban de su voz aguda, al no poder replicar su más agudas definiciones.
Participó de muchos debates importantes y en otros de reconocimiento a altos valores culturales, como su proyecto de pensión al poeta Pedro B. Palacios, Almafuerte, que se encontraba en difícil situación., donde se revela su extraordinaria sensibilidad y su riqueza espiritual. Su alegato, con el poeta presente, logró conmover a todos, que le acordaron una pensión de doscientos pesos.
Su intervención apoyando la neutralidad argentina es también una página para el recuerdo y su vigencia es permanente. Casi trece horas habló Oyhanarte, apasionada, sensatamente y con profundo conocimiento. Su biógrafa recuerda que los conservadores y los socialistas le negaron siquiera un minuto de descanso, ya que se encontraba afiebrado. Horacio Oyhanarte siguió diciendo sus verdades, las verdades de Hipólito Yrigoyen, las verdades de la Unión Cívica Radical, que por su voz hablaban.
Era, dicen los que le conocieron, que era un muchacho alegre, jaranero y estudioso, a la vez que no le escapaba a ninguna situación difícil, ya que valentía personal le sobraba y se hacía respetar, sin rehuir los desafíos, que por entonces tenían alguna vigencia.
Se divertía interrumpiendo zumbonamente a los “cogotudos de la oligarquía que confunden la seriedad con la pomposidad” . Tampoco tuvo paz con la bancada socialista, a la que le molestaba la ausencia de formalidad del joven diputado, situación que provocó el famoso episodio con el Dr. Alfredo L. Palacios, sobradamente conocido.
Mantuvo varios duelos, entre ellos por lo menos dos con el entonces muy conocido dirigente conservador Rodolfo Moreno.
Otro episodio representativo de su carácter acaeció en 1924: siendo padrino de un dirigente radical de su amistad, Pablo Veronelli, secretario del presidente Alvear, vista al senador nacional sanjuanino Dr. Aldo Cantoni, quien rechaza batirse con Veronelli, al que descalifica. Oyhanarte –que era de baja estatura y delgado- reacciona propinándole una trompada a Cantoni, que era un sujeto gigantesco, haciéndolo caer al suelo en pleno Palacio del Congreso. El bravucón se hizo el distraído y no se sintió molesto por la tremenda humillación que le habían hecho.
Oyhanarte renuncia a su segundo mandato y su dimisión es aceptada el 2 de abril de 1919, por cuanto imperiosamente necesitaba, sin abandonar la militancia, organizar su vida y su profesión. Por cierto que siendo un diputado de “tiempo completo”, esa representación y su sentido ético le impedían ejercer la práctica del derecho. Trabaja intensamente y su enorme capacidad hacen que sea uno de los principales profesionales de su tiempo.
A la vez cumple importantes misiones para mantener la unidad del Radicalismo, por ejemplo en Catamarca, donde su accionar –allá por 1919- logran que el partido obtenga una victoria significativa.
Poco después parte hacia Europa, desde luego que privadamente, reuniéndose con figuras destacadas como el presidente de la República Alemana, Dr. Ebert, a la par que dictó conferencias en Berlín y otras ciudades.
Más, ese viaje –realizado en 1921- tenía, todo lo indica, también tenía otro fin: “...fue el encargado de visitar a Marcelo T. de Alvear, embajador en París, para transmitirle el deseo de Hipólito Yrigoyen de que fuera el próximo candidato a presidente” de la Unión Cívica Radical.
Este asombroso militante“como abogado ganó dinero a carradas” , ya que atendió cientos de casos resonantes y de gran envergadura económica, algunos de los cuales fueron relativos a la reivindicación de valiosas tierras para Estado bonaerense.
Un pleito excepcional en el que intervino como abogado de la Unión Cívica Radical de Córdoba en 1926 , que había acusado al gobierno conservador de falsificar libretas de enrolamiento para ser utilizadas en una sofisticada maniobra fraudulenta. Señalan las crónicas que la Justicia deshecho al titular del radicalismo como parte acusadora en el proceso incoado tras el descubrimiento de la singular actividad imprentera del régimen.
Oyhanarte tenía como objetivo que se revocara semejante denegatoria mediante un informe in voce que “...fue de tal calidad que el Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes, cuyo presidente honorario era Oyhanarte, y que se había fundado con el objeto de apoyar la postulación de don Hipólito para un segundo mandato presidencial, decidió posteriormente editarlo para transmitir su mensaje a los militantes del Radicalismo y en especial a los hombres jóvenes del país.. “ “Quien encabeza la lista del introito es nada menos que Jorge Luis Borges y lo acompañan varios jóvenes de la época, como Leopoldo Marechal, Ulises Petit de Murat, Macedonio Fernández...” “La Cámara Federal reconoció la personería de la unión Cívica Radical y logró poner en el banquillo de los acusados al gobierno de Córdoba, único culpable de la adulteración del sufragio.”
Narra su biógrafa que “De 1922 a 1928, durante el gobierno de Alvear, se dedica a sus actividades particulares....pero no por ello ase aleja de la vida política, porque según él mismo lo confiesa, cumpla la tarea de nexo y busca conectar al ex mandatario con el presidente Alvear.”
Ello, a mi juicio, revela dos cosas, la una, es que tanto Oyhanarte, cuanto el propio Yrigoyen no tenían el menor interés de romper con Marcelo T. de Alvear, y la otra, que lo propio puede decirse del doctor Alvear. En definitiva ello es demostrado por la rotunda y definitiva negativa del Presidente a intervenir la provincia de Buenos Aires, como lo clamaban Melo, Gallo y la totalidad de los “antipersonalistas”.
Horacio Oyhanarte se moviliza conforme a su incansable dinamismo en la homérica campaña de 1928, en que el Régimen cae aplastado por una avalancha sin igual de votos, que aupan nuevamente al doctor Hipólito Yrigoyen a la presidencia. Nombres que hoy suenan insólitos en tales menesteres participan de la campaña o apoyan públicamente al caudillo radical, además de Borges y los ya nombrados, lo hacen Enrique González Tuñón, Pablo Rojas Paz, Nicolás Olivari, Roberto Arlt...mientras el muy popular Ignacio Corsini, canta por el país el tango de Enrique P. Maroni “Yrigoyen Presidente”.
Horacio es nombrado ministro de Relaciones Exteriores, luego de una extensa gira por entonces muy lejano sur argentino, iniciando una campaña para extender el derecho del voto a los habitantes de los territorios nacionales, ciudadanos de segunda, pues estaban legalmente impedidos de sufragar en las elecciones nacionales. Tal proyecto, por cierto, capotó en las retrogradas ciénagas del Régimen.
Por cierto que los sujetos regiminosos la emprendieron con furor contra el nuevo gobierno de Yrigoyen. Nada estaba bien. A Oyhanarte, debido a su fortuna como producto de su trabajo de abogado, lo acusaban de “nuevo rico”. Carecía, por cierto de ese absurdo “abolengo” con el cual la oligarquía se autoproclamaba superior al resto de los argentinos y era la “razón” de su supuesto derecho a gobernar al margen de la voluntad ciudadana.
A Yrigoyen se lo acusó casi hasta el incendio de Roma, creándose, a través de los diarios más importantes e incluso de la ingenuidad de muchos estudiantes, más la ira del socialismo, un ambiente de crispación política, a la que contribuía la parálisis del Poder Legislativo, en cuyo Senado, con aquellos interminables mandatos indirectos de nueve años, mandaba la feroz oposición antirradical. Este Senado, irresponsable y haragán, tenía como meta estancar al país, impidiendo que se aprobase una sola ley. Y, cabal y deliberadamente, varios de sus integrantes fomentaron la clausura de la democracia por muchos años.
Horacio Oyhanarte cerró su estudio jurídico, previamente a jurar como ministro, en un prueba cierta de su sentido ético.
Pese a eso un tránsfuga del socialismo tradicional, Antonio de Tomaso (luego ministro de Agricultura del fraudulento general Justo) lo acusó públicamente de ser a la vez ministro y abogado de Bunge y Born. Cumpliendo un decreto dictado por Yrigoyen en su primera presidencia, lo querelló criminalmente ante la justicia.
Era un hombre generoso, soltero y millonario, que unía a su talento superior un deseo irrefrenable de divertirse, convirtiéndose en un personaje de la noche porteña. Su biógrafa señala textualmente lo siguiente “Le encantaba rodearse de amigos. En un restaurante de la época tenía una mesa reservada, todos los días, para que ellos fuesen a comer, aunque él no estuviera, y dejaba por anticipado, una propina espléndida.”
Eso y el hecho de ser propietario de un automóvil Rolls Royce, unido al regalo que hizo a su madre de una casa en Mar del Plata y abonos en el Colón, lo exponían a las burlas de quienes, herederos de fortunas sin esfuerzos, lo criticaban pese a que algunos de ellos viajaban a París con una vaca en el trasatlántico, para los desayunos de los niños de “cuna”. No concebían que un pobre abogado radical, con su honrado esfuerzo, hubiese llegado tan alto y muy caro se lo hicieron pagar con un interminable exilio.
Lo importante y destacable es que Oyhanarte siguió siendo el mismo militante desde su niñez hasta su muerte, en el país o en el exilio, niño huérfano de padre asesinado, o riquísimo profesional, jamás cambió de ideales, jamás fue un tránsfuga, jamás tuvo cuartos intermedios.
Su tarea ministerial, pese a la oposición cerril, tuvo algunos logros importantes como el convenio D’Abernon-Oyhanarte, firmado con el reino Unido: “Este convenio, de tipo trueque y basado en créditos recíprocos, era novedoso, pues se establecieron iguales condiciones para ambos países; se realizaba de gobierno a gobierno sin que interviniera ningún tipo de corporaciones “carentes de patria e ideales” y, además, aparecían los gobiernos supervisando y garantizando su cumplimiento....Del Mazo y Etchepareborda aclaran que, con la mayor parte de los primeros cien millones del convenio Oyhanarte-D’Abernon, se pensaba adquirir materiales para los ferrocarriles del Estado, cuyas líneas iban a ser ampliadas de 8.000 a 10.000 kms; proveer de locomotoras, vagones, rieles, puentes y viviendas para los obreros del riel, lo que provocaría, en consecuencia, la activación de distintas zonas del país. Era un importante intento para frenar ka crisis que soportaba el sector exportador, asegurando el trabajo y la colocación d eproductos nacionales.”
El proyecto, talentosamente explicado y defendido en la Cámara de Diputados de la Nación por el propio Ministro de Relaciones Exteriores, fue aprobado por la casi totalidad de los diputados presentes, pero ignorado, alevosamente por el Senado.
Cabe expresar que incluso los grandes diarios clamaban por la aprobación de este convenio que, defendiendo celosamente la soberanía argentina, abría una trascendental posibilidad para el país. No hubo caso. Lo que ignoraban los gobernantes era que varios miembros del cuerpo, heridos en sus “derechos divinos” estaban tramando el quiebre de las instituciones republicanas para recuperar sus “tronos”, y montar el bochornoso espectáculo de una democracia hueca y fraudulenta durante la bien llamada década infame.
Desde luego que los mismos sujetos que impidieron un tratado dignísimo saltaron como macacos obedientes para firmar el servil Tratado Roca-Runciman, bien llamado el “estatuto legal del coloniaje.”
El principal negociador argentino del tratado con Lord D’Abernon fue Horacio Oyhanarte, fue su obra. Su inconcluso monumento.
Asimismo se avanzó, como recuerda María Oyhanarte, en otras vías para tratar de reducir los efectos de la crisis de 1929, incluso con la Unión Soviética y –explicita- “...probó abrir el mercado de compra de petróleo, yendo más allá de los clásicos grandes abastecedores. Procuró negociar con la Unión Soviética el aprovisionamiento de petróleo crudo, a menor precio que el ofrecido por los otros, y para ello inició conversaciones con la sociedad Iuyamtorg, que representaba al gobierno ruso. Fue ésta, nuevamente, una negociación de gobierno a gobierno. Por ella se inician los trámites para obtener de la Unión Soviética, el abastecimiento de 250.000 toneladas de petróleo durante 3 años, a cambio de lo cual ésta compraría en Argentina cueros, lanas y productos forestales... Entre los beneficios para nuestro país se pensaba asegurar la colocación de nuestros productos agropecuarios y, además, se esperaba lograr que la nafta bajara a 10 centavos el litro. Evidentemente estas medidas significaban un terrible golpe para los grandes consorcios de Estados Unidos y Gran Bretaña y muchos analistas políticos vieron esto como causa determinante de la caída próxima del gobierno.”
Al producirse el movimiento totalitario, solamente faltaba la firma de Yrigoyen y todo queda en la nada. Otro “logro” del rñegimen falaz y descreído.
Una campana sistemática, malévola, de desprestigio y absurdas acusaciones de corrupción, e invenciones tales como las de un diario con elogios, impreso especialmente para el Presidente, de la que participan los diarios más importantes del país, las “denuncias” grotescas del socialismo, que quiso interpelar a un ministro por una desaparición de unos cuellos postizos, muy usados en la época, las afirmaciones de senilidad de Yrigoyen, la inacción del Parlamento, la complicidad de sectores estudiantes, crearon un clima enrarecido, especialmente en la ciudad de Buenos Aires. Antiguos radicales de lábil ideología, devenidos en eso que se dio en llamar “antipersonalismo”, se sumaron –algunos tal vez sin advertir el monstruoso paso que daban- al festival sombrío que predicaba la dictadura como remedio a una supuesta lentitud de Yrigoyen
Así las cosas llega el fatídico día del derrumbe de la libertad en la Argentina, el primer golpe de una saga sangrienta que detuvo en el tiempo a la República y la convirtió, no solamente en un hazmerreír mundial, sino, durante años, en el prototipo de una dictadura cavernaria y sangrienta.
Los detalles generales del golpe no son materia de este trabajo, por lo que retomamos los avatares de Horacio Oyhanarte
Al producirse el golpe liberticida de septiembre de 1930, el doctor Oyhanarte cuenta sus vivencias de esta manera: "Intenté organizar la defensa -dice-, pero ya era tarde"
Montevideo, 12 (AP)." El doctor Oyhanarte ha hecho las siguientes declaraciones: "Estuve casi todo el día sábado en el domicilio de señor Yrigoyen, acompañándole a causa de su enfermedad. Cuando me enteré de que la columna revolucionaria, que ya había llegado al centro de la ciudad, se dirigía hacia la Casa de Gobierno abandoné por algunos momentos al Presidente de la República con el objeto de trasladarme igualmente al Palacio gubernamental donde llegué en el preciso momento en que se levantaba la bandera del parlamento. Intenté organizar la defensa, pero ya era tarde, pues la muchedumbre invadía la sede del Poder Ejecutivo. En presencia del cariz que adquirían los acontecimientos, volví inmediatamente al domicilio particular del Presidente Yrigoyen, quien ignoraba lo que ocurría en las calles de la ciudad. Comprendiendo que la situación se ponía grave, mi única preocupación fue tratar de salvar a Yrigoyen.
Para ello quise trasladarlo a uno de los buques de la Armada, surtos en el Puerto. Pero aquello era un desconcierto total. El ministro de Marina no apareció por ningún lado. Los teléfonos de la Casa de Gobierno no funcionaban. Tampoco se sabía donde encontrar algunos agentes de policía. Planteé entonces al Presidente cuál era la verdadera situación, combinando con su médico trasladarlo a La Plata, lo que así hicimos, felizmente, inmediatamente. Una vez en La Plata ofrecí al Presidente que se alojara en casa de mi madre, o de mi hermano, pero no aceptó, prefiriendo ir a la casa de Gobierno provincial, donde estaba el gobernador Crovetto. Poco después se traslado al cuartel del 7 de Infantería, donde habría de quedar prisionero, mientras yo, por mi parte, me refugiaba en una casa de los alrededores de la ciudad. Desde el momento de esa separación no he vuelto a ver al señor Yrigoyen. Esperaba encontrarlo en Montevideo, , adonde vine con ese único objetivo, pero la noticia de que los revolucionarios han resuelto mantenerlo prisionero en el "Belgrano" me ha sorprendido. En cuanto a mí, sólo debo el hecho de haber podido trasladarme a Montevideo sin mayores molestias a las gestiones realizadas por mi buen amigo el embajador del Uruguay en Argentina, Dr. Blanco, quien, dada la gran amistad que me une con él, creyó de su deber ir en mi ayuda. Al efecto después de comunicar el jefe de la Junta de gobierno revolucionario, general Uriburu, cuál era su propósito, se trasladó a La Plata, informándose por medio de mis familiares el lugar en donde me encontraba refugiado, y me acompañó en las primeras horas de la mañana de ayer, hasta el "Highland Princess", que debía conducirme hasta Montevideo. La conducta observada por el embajador del Uruguay en la Argentina conmigo me obliga a una eterna gratitud.”
(Tomado por el autor de este trabajo de “Ciudad Digital Yrigoyen” de: "La segunda presidencia de Yrigoyen" de Gabriel del Mazo y Roberto Etchepareborda. s. As., Centro editor de América Latina, 1984. Correo: yrigoyen@clarin.com.ar.)
La cuestión fundamental es que en los momentos terribles, Horacio Oyhanarte, el gran radical, el ejemplar radical, no piensa en salvarse él, sino en salvar la vida de Yrigoyen, y en su auto lujoso, efectivamente se juega y lo hace arriesgándose, como siempre, con valentía y afecto al gran estadista.
Es bien sabido que los autoerigidos en •”salvadores” de la Patria, como siempre, se comportaron con brutalidad, torpeza y salvajismo. No deb quedar en el olvido que en esos momentos en que Horacio Oyhanarte trasladaba a sitio más seguro al Presidente, los amigos de la “revolución” del 6 de setiembre, la oligarquía “distinguida” y “culta”, los asistentes a los clubes de moda y a las reuniones elegantes, pletóricas de buenos modales, entre otras salvajadas asaltaron el estudio y la casa de Oyhanarte (como la de otros radicales) y se robaron o rompieron pinturas valiosas, irreemplazables, documentación y mobiliario. Esa era la mentalidad de los espadones y sus sicarios, que estaban preparando los cimientos entreguistas de la década infame. En su vibrante “Por la Patria, desde el exilio digo”, Oyhanarte describe así ese hecho: “El glorioso 6 de setiembre las turbas de niños bien y de hombres mal , las dos heces sociales, la de arriba y la de abajo, todas confundidas... me buscaron por todo Buenos Aires con la orden perentoria de ultimarme. A este viril propósito respondió el asalto a ,o domicilio en plena calle Florida; no me encontraron allí, porque había partido a La Plata...Ante el chasco de mi ausencia, las huestes jubilosas y ebrias de redención patria se contentaron con disparar un sinnúmero de tiros en mi casa, saqueándola matemáticamente, como cuadraba a aquellos espíritus renovadores y románticos, vistiéndose muchos de entre ellos con mis ropas..., arreando con todos los papeles... y con cuanto era cotizable en metálico; y lo que no pudieron sacar por su peso específico, como los muebles, o por su peso espiritual...se contentaron con destruirlo con sables, martillos o hendiéndoles con puñales.”
En compañía de un correligionario y tras un fallido intento de salir por avión, Oyhanarte logra escapar de un intento de asesinato. Era, pareciese, el “enemigo público número uno”, ya que lo buscaban por doquier. Los domicilios de sus familiares eran víctimas de vuelos rasantes por parte de aviones militares. “Horacio quería quedarse y enfrentarlos, pero sus allegados estaban muy preocupados y, para ahorrarles pesares, es escondió en la casa de un amigo. Allí decidió hacerle llegar al embajador de Uruguay en la Argentina, Dr. Juan Carlos Blanco, un mensaje pidiéndole ayuda para trasladarse al país vecino. El embajador se comunicó con las nuevas autoridades argentinas y obtuvo el permiso para embarcarse hacia el Uruguay”.
Hubo, por parte de los usurpadores un plan para secuestrarlo, que se frustró puesto que el desconfiado diplomático uruguayo, junto al agregado militar y otro funcionario, viajaron personalmente a La Plata, buscaron a Oyhanarte al domicilio en que estaba oculto y lo acompañaron durante varias horas a bordo del barco, de bandera inglesa, hasta que zarpó. La solidaria actitud de Blanco, íntimo amigo de Oyhanarte pudo más que las ansias homicidas de los uriburistas.
Es necesario recordar que la dictadura, en medio de una gran alharaca, nombró una “Comisión Investigadora” integrada por varios personajones afines a sus tendencias despóticas, de esos a quien la sabiduría popular describe como “monos sabios” (León Rebollo Paz, Benjamín Villegas Basavilbaso, Máximo Castro, Gregorio Escudero...) para “probar” que los radicales en el gobierno eran una banda de ladrones.
No quedó rincón sin escudriñar, ni papel de cualquier laya sin estudiar. El diario socialista “La Vanguardia”, se agregó con fruición al coro de los insultos ordenados por Uriburu.
Uno de los jueces favoritos del dictador, llamado Miguel Jantus, procesó al Dr. Hipólito Yrigoyen, al teniente general e ingeniero civil Luis Dellepiane y al Dr. Horacio Bernardo Oyhanarte, con una sarta de acusaciones sin ton ni son. El aludido Jantus si pasó a alguna historia es a la de los serviles mediocres. Una de las imputaciones a Oyhanarte era la de haber facilitado pasajes gratuitos a personas sin recursos...
Uriburu quiere apoderarse de la persona de Oyhanarte y el mencionado Jantus pide su extradición, y es detenido por la policía uruguaya, tras lo cual una persona de apellido Gondra, Fiscal Federal de la dictadura, agrega nuevas novelas contra el es Ministro de Relaciones Exteriores.
Mientras está detenido en Uruguay escribe mucho. Es de ese tiempo aquel inolvidable concepto, que emociona a quienes sienten como parte del deber las persecuciones recibidas: “Nunca como hoy, en esta transitoria adversidad, hay que ser radical desde el principio hasta el fin... pensando que la liberación no podrá producirse sino por nuestros propios arrebatos y con nuestros sacrificios...”
Algo más de un mes estuve detenido Oyhanarte, hasta que la Justicia del Uruguay, que había sido atosigada por el embajador de Estrada, “que debía su cargo al doctor Yrigoyen”, rechazó el pedido de la dictadura “por tratarse de cuestiones políticas no constitutivas de delito.”
Tiempo después hasta el servicial juez de la dictadura hubo de rectificarse. Los medios periodísticos que habían enlodado a Horacio Oyhanarte, como corresponde a esa clase de especimenes, no dijeron una sola palabra sobre ello.
Uriburu, como una garrapata, seguía emperrado en ensuciar al dirigente radical. Lo acusaron des er jefe de una supuesta banda mafiosa, de organizar conspiraciones soñadas o reales, exigiendo la dictadura que los exiliados radicales fueran alejados mas de cien kilómetros de las riberas de los ríos Uruguay y de la Plata, conforme al artículo 16 del Tratado de Montevideo. Es más, Uriburu infiltraba a personas a su servicio entre los desterrados, para que –tipo lo que luego hizo el deleznable Astiz- espiara a los mismos.
El propio Oyhanarte denuncia que mediante esta maniobra de delincuentes son arrestados varios dirigentes radicales o personas a ellos vinculados, los que además fueron torturados, como el general Baldasarre, el teniente Carlos S. Toranzo Montero (hijo del general radical Severo Toranzo), etc. Alguno, incluso, fue torturado en presencia del juez Viñas.
El tal Gondra, no pudiendo encontrar nada de cierto en sus propias invenciones, dictamina –para describir tal documento en lenguaje ajurídico- que todos los radicales procesados son buenos, menos el el Dr. Hipólito Yrigoyen y el teniente general Dellepiane, pidiendo para ellos dos años de prisión. Por cierto que, pese a la vesania de la dictadura, no hubo juez que los condenara.
Oyhanarte envía su famosa carta a Uriburu, en la cual lo describe sobriamente, calificándolo obviamente de torturador, asesinano, coimero, fraudulento, etc.
Pasan muchos meses y el primer día de julio de 1933 muere Don Hipólito Yrigoyen. ¿Qué hace Horacio Oyhanarte? Es propio de él, de su realmente radical sentido del deber: se embarca hacia Buenos Aires y al llegar al puerto es arrestado y encerrado en una sala donde puede estar con su madre y otras personas allegadas. Tras unos momentos es conducido al despacho del Dr. David O’Connor, subsecretario del Interior. El ministro era el sombrío Leopoldo Melo . Oyhanarte le explica que cualesquiera fuesen las consecuencias. Él debía estar en el sepelio de quien había amado y respetado como a su padre. Oyhanarte solicitó –bajo su palabra de honor- que cumplido ese deber se entregaría a la policía
Era obvio que Melo, que conocía muy de cerca al dirigente radical, sabía que no corría ningún riesgo y autorizó la libertad momentánea del afligido militante democrático.
Y habló en el cementerio, en ese discurso tremendo, emocionado, y en partes hasta violento, que se inició expresando: “Ha muerto mi padre...”
Cerca de la medianoche Horacio Oyhanarte entró por la puerta grande del departamento de Policía, rodeado por amigos. Jantus seguía pidiendo su captura. Estuvo preso por mas de seis meses en el sector de contraventores de la cárcel de Villa Devoto.
Los enfermos de odio que lo habían acusado se sintieron más enfermos todavía cuando fines de 1933, ya muerto el olvidable Uriburu, fue sobreseído, con la muletilla habitual de que toda esa infamia perpetrada por los usurpadores no mancillaba su bien nombre y honor.
Muchos años después, el 24 de abril de 1946, en una carta a los radicales de toda la República, recuerda “... junto con Yrigoyen, fui el hombre mas calumniado de la Argentina. Y ese honor, que no cedo por ningún otro, lo acepté como recompensa por mis afanes por mi país y por mi partido, y también como un estímulo más en mi actuación futura.”
Oyhanarte pudo, legalmente, haberse quedado en el país, pero eligió marcharse, según lo muestran muchos indicios, para no perturbar la tarea de reorganización de la Unión Cívica Radical encabezada por el ex presidente Marcelo T. de Alvear. Muerto Don Hipólito, él era la figura mas importante del yrigoyenismo. Y fue el propio Yrigoyen quien señaló a Alvear para esa misión con aquello que ordenaba “hay que rodear a Marcelo”, con quien mantuvo una cordial relación y un permanente contacto epistolar.
. Lo detestaban, en cambio, algunos de los antipersonalistas arrepentidos, ya que Oyhanarte era una especie de cargo de conciencia para quienes habían abandonado a la U.C.R en una etapa dramática y peligrosa y, sin duda alguna eran corresponsables de lo que estaba aconteciendo, si bien en parte redimidos, por no haber continuado en la trágica comparsa fraudulenta y corrompida..
Recorre Europa, donde permanece varios años y la Segunda Guerra lo encuentra en Vichy, la que muy pronto sería la capital de la Francia claudicante del Mariscal Petàin, Oyhanarte se traslada a Suiza, donde entabla amistad y luego se casa con una bellísima joven de esa nacionalidad, Phykis Oeri, con quien tiene dos hijas, una nacida en Europa, la otra en la Argentina..
En Europa Oyhanarte entabla amistad con figuras cumbres de la política y del pensamiento, tales como Daladier, Baldwin, Pérez de Ayala, etc.
Promediaba la guerra se instala en Estados Unidos, para ejercer su profesión. “Fue el único extranjero a quien se le permitió actuar en el foro de Chicago sin la previa, por sus antecedentes de jurista y su gran prestigio internacional. Esto indica, además de una gran capacidad, un gran conocimiento del idioma y del sistema legal norteamericano. Era una persona con mucha presencia en el exterior. Es por esto que lo invitan, en febrero de 1943, a formar parte de la Unión Panamericana, institución internacional consagrada al desarrollo del comercio, de las relaciones amistosas y de un mejor conocimiento mutuo de todas las repúblicas americanas. En cuanto a su partido, ya anteriormente, en diciembre de 1942, lo había invitado Gabriel Oddone, presidente del Comité Nacional, a participar de la reunión de la Convención Nacional, donde se trataría una posible unión con el Frente Democrático y la lección de la futura fórmula presidencial. Al no poder concurrir envía primero un telegrama y luego una extensa carta en la que claramente expresa su opinión absolutamente contraria a una posible unión con otros partidos políticos. Allí exhorta a mantener los principios de la trayectoria radical y recuerda que la intransigencia es uno de sus pilares fundamentales.
En tanto “...se encierra en su departamento inestable de París para soñar y discutir con los personajes de Shakespeare, escribiendo la obra laureada por la Academia Francesa , mientras las necesidades perentorias de la vida y del hogar le están golpeando la puerta.”
Miles de correligionarios le escriben pidiéndole que retorne a la Argentina y junto con su mujer y su hija se embarcan y llegan a Buenos Aires el segundo día de enero de mil novecientos cuarenta y cuatro. Cientos de radicales, encabezados por Doña María, su madre, lo aclaman el puerto. Muchos se preguntan que hará el gran yrigoyenista. “Vengo a ocupar mi lugar en el radicalismo, en cuyas filas he vivido, sigo actuando y pienso permanecer hasta el fin de mis días”, es su mensaje claro y contundente. No es un tránsfuga. No es cooptable, no se vende, ni se esfuma.
Deja claro, toda vez que puedo, su firme convicción de que el radicalismo debe ir solo a la cercana contienda electoral. Con sus principios, sus propuestas, para que los ciudadanos vean claras las banderas de Yrigoyen, en las falanges radicales en toda la extensión de la Argentina.
Muchos radicales le ofrecen ser delegado al comité Nacional de la U.C.R. Al aceptar, Oyhanarte recibe un homenaje nunca visto en el partido: los dos grupos enfrentados –intransigentes y unionistas- le ruegan que encabece las dos listas, pues su nombre es el único que concita la adhesión de todos. Y él, que viene de más de diez años de cercana lejanía, acepta, sin duda emocionado, con la condición que mantiene sin varias en nada sus principios intransigentes.
Ocupa su cargo. Defiende sus tesis con denuedo, pero al tomar el Comité Nacional la decisión de conformar la Unión Democrática junto con la Democracia Progresista y los Partidos Socialista y Comunista, Oyhanarte presenta su renuncia como miembro del Comité Nacional. Lo hace el tres de enero de 1946, pero hombre de partido, no hace pública su determinación hasta dos meses después de los comicios del 24 de febrero, en que triunfa el entonces coronel Perón. Aun en la fuerte discrepancia no quiso perjudicar a la U.C.R.
En esa renuncia (que fue su último documento político) Oyhanarte habla claro y habla fuerte: acusa al Comité Nacional de ser el responsable de lo que en efecto ocurrió, es decir la confusión popular por haberse apartado de la histórica línea de la intransigencia radical. Sostiene que el destino radical, en el gobierno o en el llano, está en preservar el futuro. Aconseja, conmovido, que la U.C.R. esté unida “...con fe en su ética y en su porvenir... Y así a de ser porque la Providencia nos ha brindado la adversidad, pero nos ha excluido de la indignidad.”
Corrían los rumores sobre ofrecimientos de altos cargos a Oyhanarte, que se limitaba a decir que nadie podía ofrecerle nada por cuanto “yo soy radical” La realidad es que Perón, al igual que lo hizo con Amadeo Sabattini, le ofreció ser candidato a vicepresidente de la Nación. Mas, eso es historia, Oyhanarte no había nacido para ser tránsfuga, sino ejemplo.
¿Qué pensaba Oyhanarte del curso de la situación argentina? En una carta a su amigo Summer Welles, el importante político norteamericano, del 10 de octubre de 1946, le expresa: “El paréntesis abierto el seis de septiembre de 1930 no se ha cerrado todavía y si se presiente alguna alternativa, no ha, por ahora, para mejorar la situación.”
Una penosa enfermedad lo aqueja y le impide desplazarse normalmente. Muere, a los sesenta y un años, el 7 de noviembre de 1946. Su cuerpo es velado en su casa de la calle Arroyo, en una sala presidida por un gran retrato de Hipólito Yrigoyen.
Una multitud de radicales y su familia lo llevan a pulso hasta su destino final, el único posible para un luchador de su talla: el Panteón de los Héroes de la Revolución del 90, en La Recoleta. Allí está junto a Alem, junto a Yrigoyen.

Se agradece el texto al Rectorado de la Unión Cívica Radical de Entre Ríos, y a su titular el Sr. Enrique Pereira.