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Orígenes
del Instituto Yrigoyeneano
Atilio E. Bandieri·
El 1° de junio de 1948 se labra el acta fundacional del Instituto
Yrigoyeneano, creado con el objeto de estudiar y difundir la vida y obra
de Hipólito Irigoyen. Fue especial determinación de los
fundadores apartarlo de los problemas de la militancia partidaria, en
los cuales no estuvieran en juego los principios doctrinarios de la U.
C. R.
Quienes así se expedían tenían una edad media de
alrededor de 26 años. Venían de dar desiguales batallas
en un medio hostil a sus ideas y sentimientos. Enfrentaban un nuevo fenómeno
político multitudinario que signaría sus vidas y la de la
República. Muchos habían desamparado las banderas que ellos
continuarían sirviendo. Sabían que el camino elegido era
azaroso y empinado; sólo luchas y renunciamientos les aguardaban.
Las autoridades de la U.C.R. habían violado uno de los principios
básicos del tríptico Yrigoyeneano, el de intransigencia,
al integrar la Unión Democrática.
Advirtieron ellos que el alejamiento del pensamiento de Irigoyen por quienes
ejercían la conducción partidaria había conducido
a la U. C. R. al desastre. Con ello se produjo la ruptura del equilibrio
político argentino, que dura aún, agravado por una progresiva
quiebra moral de la sociedad y un desorden de las conductas que caracteriza
estos tiempos, generalizando la corrupción que había particularizado
aquellos.
Entendieron que había que recobrar la identidad perdida, retornando
a las fuentes y lanzan su grito de combate: "Volvamos a Irigoyen".
Era como convocar a la magna empresa de la Recuperación, interrumpida.
Pero ¿de dónde venían estos jóvenes yrigoyenistas
de 1948?
Muchos, la mayoría, de la Facultad de Derecho de Buenos Aires,
de la militancia radical y reformista en movimientos que habían
contribuido a reconstruir en la clandestinidad.
Se alejarían de la actividad estudiantil cuando la Federación
Universitaria adhirió a la Unión Democrática.
Habían sido firmantes de un manifiesto radical de la juventud,
identificado como de la Nueva Generación, que concitaba en la arena
política a propósitos similares a los que enunciaban en
este Instituto que creaban.
Integraban asimismo los Ateneos Hipólito Irigoyen (3ª., 12ª.,
y 13ª. circunscripciones) y los movimientos de Integridad Radical
y del Parque, de las parroquias 19 y 18, respectivamente.
Se habían congregado en el viejo caserón histórico
de la calle Bolívar y era sede del movimiento de Intransigencia
y renovación. Constituyeron la primera organización juvenil
de dicho movimiento y fueron su ariete brioso en la calle y en el periódico
"NO".
Se sellaba entre ellos además una solidaridad política y
una amistad personal que perdura hasta hoy o los acompañó
hasta la partida de los que se fueron.
Esta primera etapa fundacional se continúa en la más excelsa
obra del Instituto hasta la fecha: "Hipólito Irigoyen. Pueblo
y Gobierno". Tratado histórico doctrinario, el más
completo sobre el tema que ha visto la luz hasta la fecha, es obra de
lectura irreemplazable para la formación de la juventud nacional.
Hay amor, rigor intelectual y unción patriótica en este
gran mensaje formador de inteligencias y corazones argentinos.
Adviértase ante la magnitud de la obra, tan concienzuda como esforzada
y generosa, la justicia de los calificativos precedentes. Desinterés,
disciplina, indeclinable pasión y fe en la empresa caracterizaron
a aquellos denodados obreros.
Vive hoy el Instituto, finalmente, una feliz etapa revitalizadora a través
de la capacidad de organización y la dinámica acción
de su Consejo Directivo y encara, tras más de medio siglo de existencia,
un presente pujante que preanuncia un brillante porvenir.
A través, pues, de la difusión del pensamiento y la obra
de Hipólito Yrigoyen, el Instituto continúa en su actual
conducción el sueño de sus fundadores: servir a su Patria
y a su Pueblo, que para ellos no fueron nunca triunfo, sino sólo
agonía y deber.
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