Apuntes para una
Historia de la Unión Cívica
Radical
Por: Dr. Diego Alberto
Barovero*
Capítulo
Tercero
El golpe del ’30 y la Década Infame. Abstención,
revolución y concurrencismo. La conducción alvearista. Unionistas e
Intransigentes.
El 6 de septiembre de 1930 el General José Félix Uriburu, al frente de un contingente civil y militar, derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen. La opinión pública hábilmente trabajada por una prensa amarillista y el accionar sicológico de la oposición se manifestó favorable al golpe de Estado que ponía fin a un gobierno desgastado por la ancianidad de Yrigoyen y las luchas intestinas entre sus correligionarios.
La llamada “revolución del ‘30” sentó el precedente de las intervenciones militares en la política y frustró el camino hacia una democracia perfectible. En su momento había surgido como una exigencia de saneamiento pero habría de desembocar inevitablemente en una nueva frustración.
El 8 de septiembre Uriburu
juró como presidente provisional. Yrigoyen había sido detenido primero en un
buque de la marina de guerra y después trasladado a la Isla Martín García. Una
vez instalado el general José Félix Uriburu en la presidencia comenzó la lucha
de tendencias en el gobierno de facto entre “conservadores liberales” y
“nacionalistas corporativistas”.
El nuevo régimen aplicó de
entrada la ley marcial, fusilándose a los activistas anarquistas Severino Di
Giovani y Paulino Scarfó e instituyó la utilización de la tortura entre los
métodos represivos de la oposición. En febrero de 1931 el general yrigoyenista
Severo Toranzo encabezó un movimiento revolucionario que fue rápidamente
sofocado por las fuerzas del gobierno.
Los setembrinos estaban
convencidos de la desaparición del Radicalismo y dispusieron una convocatoria a
comicios provinciales para reorganizar el país, comenzando por Buenos Aires.
El ex Presidente Marcelo de
Alvear retornó al país y asumió la conducción de la U.C.R. con el beneplácito de
Yrigoyen y la mayoría del partido. El 5 de abril de 1931 se llevaron a cabo las
elecciones en la primera provincia argentina donde se puso de manifiesto la
vigencia popular de la U.C.R.. La fórmula Honorio Pueyrredón-Mario Guido derrotó
fácilmente al binomio conservador. Esto provocó la renuncia en pleno del
gabinete de facto y la anulación de las elecciones, con el consiguiente
escándalo.
El cierre de la vía
electoral empujó al Radicalismo a la revolución. El 20 de julio de 1931 se
levantó en Corrientes el teniente coronel Gregorio Pomar, ex edecán de Yrigoyen.
El movimiento fue rápidamente sofocado, pero puso de relieve el estado de
efervescencia de la opinión pública. Cuatro días después. Por decreto del Poder
Ejecutivo, Marcelo T. de Alvear, Honorio Pueyrredón, José Tamborini, Carlos Noel
y otros dirigentes radicales fueron desterrados o encarcelados.
La enfermedad de Uriburu
privó a la tendencia nacionalista de su apoyo en el gobierno y debió ceder ante
la facción liberal que propugnaba el inmediato llamado a elecciones
presidenciales. La fecha se fijó el 8 de noviembre de 1931. La Unión Cívica
Radical Antipersonalista, el Partido Demócrata Nacional (conservador) y el
Partido Socialista Independiente integraron un frente denominado la
Concordancia, que llevó como candidato a presidente al general Agustín P. Justo,
junto con Julio A. Roca (h) como vice. El Partido Demócrata Progresista y el
Partido Socialista formaron la Alianza Civil, con la fórmula Lisandro de la
Torre - Nicolás Repetto.
El Radicalismo presentó como
candidatos a Presidente y Vicepresidente a Marcelo T. de Alvear y Adolfo Güemes.
Esta fórmula fue vetada por el gobierno provisional, por lo cual la UCR decretó
la abstención en toda la República. Finalmente en comicios impuros se impuso el
candidato oficial General Justo, que asumió la presidencia el 20 de febrero de
1932. Comenzaba así la denominada “Década Infame”, la restauración del régimen
conservador y fraudulento imperante antes del gobierno de Yrigoyen.
La reacción del Radicalismo
no se hizo esperar. Objetó la legitimidad del gobierno resultante del fraude, y
el 3 de enero de 1932 se sublevaron sin éxito los hermanos Kennedy en La Paz (
Entre Ríos ) y nuevamente el teniente coronel Pomar en Concordia.
En 1933 se registraron otros
dos conatos revolucionarios en el litoral, uno en enero en Concordia y otro en
Santa Fe, en diciembre. El 3 de julio de 1933 murió Hipólito Yrigoyen, enfermo y
pobre, vivió sus últimos meses en casa de una hermana. Su entierro fue una
verdadera apoteosis, quizá la póstuma reivindicación que el pueblo hizo a su más
popular caudillo. En los últimos días de 1933 un nuevo alzamiento revolucionario
encabezado por militares radicales como los hermanos Bosch y Pomar en la zona
del litoral. La represión gubernamental derrota la asonada y se desata la
persecusión de los dirigentes más importantes de la U.C.R. Son arrestados o
deportados Alvear, Güemes, Pueyrredón, Guido, Ricardo Rojas, Tamborini, Noel,
entre otros.
El Comité Nacional de la
U.C.R. presidido por Alvear no compartía el accionar revolucionario de los
yrigoyenistas ni tampoco creía en la utilización de la abstención electoral.
Estaba convencido de la fuerza moral del Radicalismo y que esta bastaría para
convencer al Régimen de la necesidad de abrir los comicios a la participación
popular. En la Convención Nacional de enero de 1935 se resolvió el levantamiento
de la abstención. Se había impuesto el criterio alvearista de la negociación y
la pacífica concurrencia electoral. La U.C.R. triunfó en los comicios realizados
en unas pocas provincias en las que no se practicaba el fraude y en la Capital
Federal. En algún momento llegó a tener mayoría en la Cámara de Diputados. Pero
subsistía el problema de fondo, el falseamiento de la voluntad popular que
impedía al Radicalismo acceder al gobierno nacional
legítimamente.
Después de los reiterados
fracasos de la vía revolucionaria, en 1935 se fundó la Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina (FORJA), movimiento de renovación dentro del
radicalismo, inspirado por Luis Dellepiane, Gabriel Del Mazo y Arturo Jauretche.
Proclamaban la vuelta a los postulados yrigoyenistas, la abstención y la
revolución. Doctrinariamente FORJA revitalizó principios enunciados en la
primera presidencia de Yrigoyen como el antiimperialismo, denunciando los
convenios y los negociados del gobierno fraudulento con los intereses del
Imperio Británico y el capital; la defensa del patrimonio nacional y los
recursos energéticos, etc. A principios de la década del ’40, FORJA dejará de
lado su identificación con el Radicalismo, asumiendo características de un
movimiento independiente de ideología nacionalista, que terminará simpatizando
con el incipiente peronismo.
También desde el interior
del país surgieron grupos que no compartían la línea del oficialismo partidario.
En 1936 en Córdoba, los radicales intransigentes liderados por Amadeo Sabattini
se alzaron con la gobernación en elecciones limpias. Desde entonces el
Radicalismo gobernó Córdoba dando ejemplo de una administración presidida por
la austeridad y la eficiencia,
siendo tomado como ejemplo y modelo por los grupos yrigoyenistas e
intransigentes de todo el país que discrepaban con la conducción alvearista. De
ese núcleo surgieron prestiosos dirigentes con destacada actuación futura como
Santiago Del Castillo y Arturo Illia.
Algunos concejales radicales
de la Capital Federal se involucraron junto con los representantes de la
Concordancia en un negociado con las concesiones de electricidad a una empresa
extranjera: la CHADE. El escándalo contribuyó aún más al desprestigio de la
dirigencia partidaria y el sistema democrático. En el mundo, las ideas
totalitarias se imponían. Mussolini en Italia, Hitler en Alemania, Franco en
España. En nuestro país se fortalecían las tendencias nacionalistas y
reaccionarias que veían en Europa los modelos para trasladar a nuestra
patria.
La presidencia de Justo
terminaba en medio de una relativa prosperidad material y una gran depresión
espiritual. El Radicalismo se hallaba debilitado por la división interna e
incapacitado para la acción revolucionaria. En 1937 debían efectuarse las
elecciones de renovación presidencial. Los comicios se realizaron con un fraude
escandaloso y la fórmula de la Concordancia se impuso sobre el binomio Alvear-Mosca del Radicalismo,
llevando al poder a Roberto M. Ortíz y Ramón S. Castillo. El nuevo presidente,
de tendencia radical antipersonalista,
asumió el 20 de febrero de 1938 y desde el poder realizó un intento de
moralizar las prácticas electorales vigentes combatiendo el mismo fraude que lo
había llevado al poder. Intervino provincias y anuló elecciones fraudulentas. En
el mundo, mientras tanto estalló la Segunda Guerra Mundial, enfrentando a
la Alemania nazi y la Italia
fascista con las potencias occidentales democráticas (Gran Bretaña, Francia,
Estados Unidos).
Hacia 1940 Ortiz, aquejado de una avanzada diabetes que le produjo ceguera, tomó licencia en el cargo presidencial. En consecuencia, asumió interinamente el vicepresidente Castillo. Este abandonó paulatinamente la política aperturista de Ortiz, retornando desde entonces la práctica del fraude. En marzo había muerto Alvear dejando a la U.C.R. huérfana de conducción. Finalmente, Ortiz renunció a la presidencia de la Nación el 27 de junio de 1942 y falleció el 15 de julio. Castillo asumió definitivamente la presidencia de la República. Los argentinos perdieron toda esperanza respecto de la democracia. El gobierno de Castillo vació su propia legalidad con métodos que lo llevaron a un virtual autoritarismo. Así, el presidente se sintió en condiciones de imponer su sucesor: el terrateniente y conservador salteño Robustiano Patrón Costas.
El Radicalismo estaba profundamente dividido entre los unionistas herederos de Alvear que propugnaban un frente electoral con los socialistas y los demócratas progresistas y los intransigentes de inspiración yrigoyenista que desechaban la posibilidad de pactos electoralistas. Entre estos comenzaban a descarse jóvenes dirigentes como Ricardo Balbín, Arturo Frondizi, Crisólogo Larralde y Mosiés Lebensohn. Los primeros tenían mayoría en los cuerpos directivos partidarios a nivel nacional y pensaron proclamar candidato a un militar a quien Castillo y los conservadores no se atrevieran a hacerle fraude.
Primero pensaron en el ex Presidente Agustín Justo, otrora verdugo de los revolucionarios radicales. Fallecido éste en enero de 1943 los unionistas pensaron ofrecerle la candidatura a la presidencia al ministro de Guerra general Pedro P. Ramírez, que no sólo no era radical, sino que era simpatizante de la Alemania nazi. Pero enterado de esto el presidente Castillo le pidió la renuncia a su ministro. El Ejército, mayoritariamente imbuído de un espíritu de admiración a las potencias del Eje se agravió con el despido del ministro de Guerra y se resolvió a deponer al presidente. Ramírez le entregó la renuncia a Castillo y lo anotició que las tropas de Campo de Mayo iniciaban su marcha para derrocarlo. Era la madrugada del 4 de junio de 1943. Muchos radicales pensaron que era la revolución radical tan esperada. La historia les demostraría que no era tal.
* Abogado. Historiador. Profesor de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA) y del Colegio Nacional de Buenos Aires. Secretario General del Instituto Yrigoyeneano. Vicepresidente 1° de la Honorable Convención de la Capital Federal de la Unión Cívica Radical.