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Embajador
Miguel Angel Espeche Gil
LA
POLITICA EXTERIOR DEL
PRESIDENTE
HIPOLITO YRIGOYEN
Estoy profundamente agradecido al Instituto Yrigoyeneano, y a su ilustre
presidente el Doctor Pondé, por la distinción que hoy me confieren al
incorporarme como miembro de número de la entidad que tiene la misión de
mantener vivos, en la memoria y en el sentimiento de los argentinos, los valores
del estadista que, con su ejemplo de repúblico y demócrata, marcó el rumbo que
la Nación Argentina no debió abandonar nunca, tanto en su fuero cívico interno
como en sus relaciones con los demás países.
Es un privilegio, además, poder aprender las imperecederas vivencias
argentinas que nos legó Hipólito Yrigoyen con las personalidades que integran
esta benemérita entidad académica.
Siento que este es un honor inmerecido, porque las palabras cordiales del
Escribano Pondé son fruto de la benevolencia del amigo; inmerecido sí pero no
inmotivado. La heredada devoción por el prócer, cultivada después racionalmente,
sería el primer motivo. Según la conocida frase de Ortega el hombre se define
por sí y por su circunstancia. En mi caso es exactamente así. El sustento de esa
devoción es haber nacido en un hogar en el que se reverenciaba la figura de
Hipólito Yrigoyen y en el que me fueron inculcados el respeto y el amor a la
Iglesia, la Patria y la Unión Cívica Radical.
La otra motivación es, sin duda, la suma de los casi cuarenta años de
profesion diplomática, el ejercicio de la docencia universitaria y la
investigación en el campo del Derecho Internacional Público. En las oportunidades en que tuve el
honor de representar a nuestro país, procuré resguardar y promover los valores
de la mejor tradición argentina, inspirándome en el arquetipo encarnado en el
Presidente Yrigoyen.
Aquel condicionamiento afectivo fue haciéndose cada vez más racional al
irme adentrando --por inclinación vocacional y por necesidad de
perfeccionamiento profesional-- en el estudio de la historia de nuestras
relaciones internacionales.
Profundicé los conocimientos ya adquiridos en tertulias de la mesa
paterna en las que se relataban episodios diversos sobre la gestión
internacional del Presidente Yrigoyen.
Se fue cimentado de esta forma mi admiración por la visión de ese diseño
de grandeza, por esa idea de una Argentina con una misión en América y en el
Mundo, por ese querer hacer realidad los valores, principios y postulados del
preámbulo de nuestra Constitución, meta de nuestra comunidad nacional, y que
fueron, son y serán la razón de ser de nuestra centenaria agrupación
cívica.
Cuando el Doctor Pondé me preguntó sobre el tema a desarrollar en esta
ocasión no vacilé en responderle que deseaba exponer sobre la política exterior
de las presidencias del Doctor Yrigoyen. Además de la bibliografía clásica --del Mazo, Luna, Moreno Quintana,
Galvez, Ibarguren, Claps, Etchepareborda, Alem Lascano, y el libro del Doctor
Pondé-- hemos tenido en cuenta el resultado de investigaciones recientes como
las del doctor Guillermo Gassió,
que se publicar próximamente con el título "El mandato
extraordinario", y como las del doctor Miguel Angel Cúneo en su libro sobre el
paralelismo entre Yrigoyen y el presidente norteamericano Woodrow
Wilson.
2.
Creo que el mejor homenaje que podemos hacer en memoria de Yrigoyen es
evocar su acción decidida en defensa de principios morales, sobre todo hoy
cuando gran parte de la sociedad argentina se deja llevar por los intereses
materiales suponiendo, erróneamente, que dejando de lado aquellos valores se actualiza, se pone al día con el
mundo, gana el favor de los poderes
dominantes y las potestades finacieras,y se libra del fantasma de la
marginacion y la miseria.
Yrigoyen sabía que la Historia enseña otra cosa, y es que en todos los
órdenes y en particular en la vida internacional, cultivar el oportunismo es la forma más
segura de precipitarse, a corto plazo, en los males que se pretenden
evitar.
Las actitudes de sumision, la falta de dignidad, de autorrespeto, el
adelantarse a adivinar los deseos, las intenciones y los intereses de los
poderosos, lejos de asegurar su benevolencia provoca rechazo y desprecio. La
veta sádica de los seres humanos,
y de las entidades por ellos formadas, se acrecienta y ceba en
esas actitudes.
El conocimiento de la naturaleza humana, que el doctor Yrigoyen poseía en
grado sumo, marcó sus decisiones en política exterior. Las mismas estaban
determinadas por el idealismo altruísta, provenían de la filosofía de Krausse
que fue fundamental en su formación.
Ello se amalgamaba con el realismo ético de su conducta política
enmarcado en su profunda cosmovisión cristiana de la vida. Por eso le importaban
tanto los resultados prácticos, los que beneficiaban a seres humanos concretos;
pero nunca iba a sacrificar, por complacencia, temor, o por una ventaja
inmediata, resultados que serían más valiosos a largo plazo. Tampoco iba a
sacrificar a sus contemporáneos con "costos sociales" invocando un hipotético
futuro venturoso.
Construía lazos permanentes para la inserción de la Argentina en un mundo
que aspiraba fuera justo y pacífico. Luchó por el imperio del derecho en el país
y en la vida internacional. Su sabiduría le llevaba a rechazar el maquiavelismo,
pues lo sabía de miras cortas y a la larga
contraproducente.
El 12 de octubre de 1916, al asumir su primera presidencia, el mundo
sufría la primera gran guerra. La
Argentina así como otros muchos países, Estados Unidos inclusive, habían
declarado su neutralidad ante
el conflicto que
enfrentaba, por un lado, a Gran
Bretaña, Francia, Italia y Rusia --los Aliados-- y, por el otro, a los Imperios
alemán, austrohúngaro y turco, los imperios centrales. Las simpatías
mayoritarias de los argentinos se inclinaban por la causa de los
aliados.
La convicción personal del Presidente sobre el carácter de la neutralidad
argentina frente al conflicto, se conformaba con su concepción pacifista pero
exigente, en la práctica, del respeto debido a dicha condición por parte de los
beligerantes. A este respecto Moreno Quintana afirma: ...<<preciso es
también reconocer que, a través de muchas de sus actitudes y exteriorizaciones
gubernativas, el insigne estadista dio pruebas de no ser germanófilo ni
aliadófilo, sino simple, pero grandilocuentemente,
argentino.>>.
3.
Yrigoyen tenía un esquema para la política externa argentina al que
ajustó su accionar coherente en cuanto a las iniciativas propiciadas por nuestro
gobierno y las medidas tomadas en respuesta a hechos y situaciones provenientes
de otros gobiernos. Sus notas características fueron:
-Igualdad
de todos los Estados y respeto a la soberanía y la dignidad de las naciones
pequeñas.
-Autodeterminación
de los pueblos.
-Solidaridad
y coooperación iberoamericana sin
hegemonías.
-Comercio
con todas las naciones.
-Neutralidad
activa ante la guerra europea.
-Libertad
de los Mares.
-Protección
de la propiedad privada en la guerra marítima.
-Restricción
del concepto de contrabando de
guerra y su reglamentación internacional.
-Declaración
de que los productos naturales no
deben ser considerados contrabando de
guerra.
-Credibilidad
de la conducta exterior de los gobiernos.
-Imperio
del derecho --arma de los países materialmente débiles-- y
vigencia de una moral
internacional.
Aquí es necesario acotar que las condiciones de la neutralidad argentina
durante la "gran guerra" eran muy diferentes de las se dieron durante la segunda
guerra mundial. Recordemos que en 1916 aún no habían aparecido el fascismo y el
nazismo; la Argentina progresaba con vaivenes y lentamente pero con rumbo cierto
y con una creciente movilidad social hacia una democracia mejor, sin aquellos
virus mortales cuyas vertientes criollas se ensañaron con nuestra sociedad en
las décadas siguientes.
A comienzos de abril de 1917, un velero de bandera argentina, el "Monte
Protegido", fue echado a pique por un submarino alemán. Galvez recuerda:
<<Las manifestaciones se suceden de día y de noche. Los más patriotas de
esos manifestantes asaltan a algunos comercios alemanes. Un diario acusa a
Yrigoyen de sufrir una "crisis aguda de petulancia y engreimiento a la manera de
Rosas" o de "estar en plena inconciencia, ajeno a sus responsabilidades". En las
calles se canta La Marsellesa, se apedrea a un diario neutralista, se intenta
incendiar la imprenta de un periódico alemán. Carga la policía y hay heridos. El
gobierno restringe las manifestaciones callejeras.>>
<<El país se ha dividido en dos campos: los rupturistas y los
neutralistas. Los primeros son llamados también aliadófilos. Estos llaman
germanófilos a los segundos. En el bando aliadófilo está casi todo el
país.>>...
4.
<<Rupturistas y neutralistas son enemigos a muerte. Por causa de la
guerra se rompen amistades, se deshacen matrimonos. El odio nos envenena,
alimentado por una parte de la prena aliadófila. Los rupturistas hacen listas
negras. Se boicotea a los comerciantes que simpatizan con la neutralidad o que
llevan apellidos germánicos.
Qué razones dan los rupturistas para exigir que el país abandone la
neutralidad? Dicen que nosotros, como latinos, debemos estar del lado de Francia
y de Italia; que debemos oponernos al despotismo germánico, porque somos un
pueblo libre y democrático; que, por gratitud, tenemos la obligación de seguir a
Inglaterra, pues ella, con sus capitales, ha creado nuestros progresos; que a Francia somos deudores de nuestra
cultura; y en fin, que Francia, Inglaterra y Estados Unidos son los países de la
libertad y en esta guerra combaten por la salvación del mundo. Pero el principal
argumento de los rupturistas es éste: aseguran, con absoluta convicción, que la
actitud de Yrigoyen crea al país un aislamiento suicida. Cuando pase la guerra
--dicen--, los pueblos aliados no comprarán nuestros productos y no nos
prestarán dinero, con lo cual nos arruinaremos y nos hundiremos en la
barbarie.>>...
En el discurso con el que recibió las credenciales del representante
diplomático de Bélgica, país avasallado por los ejércitos alemanes en violación
de su declarada neutralidad, queda probado lo tendencioso de la acusación de
germanófilo de sus enemigos:
<<La causa de Bélgica>> --dijo-- <<es, además, en los
momentos actuales la causa de la independencia y del derecho de las naciones; y
la humanidad quedaría herida en sus sentimientos más profundos si los principios
de justicia en que descansa no fueran perennes ni sagrados. Creo en el poder y
en la soberanía de esos principios inmutables en la historia del mundo a pesar
de todas las vicisitudes>>.
Lo que acabamos de leer da la clave para seguir el hilo conductor de la
posición de Yrigoyen ante el conflicto.
No iba a tolerar que se tironeara a su gobierno en uno u otro
sentido. Se abroquelaba en su
decisión de adoptar las medidas que a su leal saber y entender eran las que
convenían para su país y su pueblo.
A eso se había comprometido al prestar el juramento constitucional; para
él: <<desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidente de la
Nación>> no eran palabras solamente. Su intransigencia principista se
enfrentaba con las presiones externas y con las de la opinión pública. Nada más
alejado de la demagogia que su política exterior.
Los distintos episodios que jalonan esta época difícil sólo se explican
mediante esta clave; de otro modo serían incoherentes y
contradictorios.
La visión de estadista de Yrigoyen se reflejó nítidamente, en su proyecto
de convocar un congreso de naciones latino-americanas no beligerantes para
coordinar su política con respecto a la guerra y evitar que <<cuando en el
próximo Congreso de la Paz se modulen por medio siglo los destinos del mundo, se
disponga de nosotros como de los mercados
africanos>>.
5.
Durante la guerra Yrigoyen protesta con el mismo rigor por los atropellos
y las prepotencias de uno y otro contendiente: es expulsado por inconducta en
1917 el representante diplomático alemán en Buenos Aires, el conde Von Luxburg,
al haberse hecho públicas sus expresiones injuriosas para con el gobierno
argentino. Pero también pone en su lugar a los aliados: con firmeza se niega a
que la armada de los Estados Unidos, al mando del Almirante Caperton, entre al
puerto de Buenos Aires "incondicionalmente", como pretendía la Embajada
norteamericana. Yrigoyen le exige
el cumplimiento del pedido de permiso previo y así convierte en una visita de
cortesía, lo que estaba previsto como un atropello más. Siempre siguiendo a Galvez: <<La
escuadra es recibida jubilosamente. El gobierno acoge a los jefes con clara
amabilidad>>. (Se da un almuerzo a la marinería.) Así como consiguió hacer
valer su posición frente Alemania, altivamente hace respetar la dignidad
argentina por los Estados Unidos.
Al producirse otros dos ataques a buques argentinos, el "Oriana" y el
"Toro" por parte de submarinos alemanes, manifiesta su sorpresa por la
reiteración de los ataques. El gobierno alemán contesta que: <<el sensible
incidente no ha sido causado por la menor falta de respeto al noble pabellón de
la República Argentina, ni de parte del gobierno alemán, ni de parte de la
marina imperial>>. Y promete que desagraviará al pabellón. Hasta ahí llega el reconocimiento
alemán; pretende haber procedido de acuerdo con normas internacionales vigentes
sobre presas neutrales, en el caso de llevar contrabando, como sería el del
"Toro". El gobierno argentino contesta exigiendo que el conflicto sea resuelto,
no mediante <<convenciones que le son extrañas o por imposiciones de una
lucha en que no participa>>, sino <<por principios y doctrinas
inalterables>>.
Finaliza la nota declarando que <<el gobierno argentino no puede
aceptar que se limite la libertad de su comercio ni se menoscabe su
soberanía.>>
Para sorpresa general, --como lo dice Galvez en la biografía de
Yrigoyen-- el orgulloso imperio alemán se aviene a la pretensión de la república
sudamericana y propone <<reparar el daño moral y material y reconocer la
libertad de los mares a los barcos argentinos, siempre que nuestro gobierno se
comprometa a que no salgan más buques con su bandera hacia las zonas de
guerra>>. Sigue diciendo
Galvez: <<El triunfo ya está obtenido, con ese reconocimiento de la
libertad de los mares para nuestros buques. La exigencia del gobierno alemán en poco
o nada puede afectarnos>>... <<Por grande que sea el triunfo, él no
puede aceptar el compromiso que se le exige. Y ante el estupor del ministro
alemán, Yrigoyen rechaza en absoluto su
proposición>>.
En las calles el tumulto es incontrolable, parece que todo el país pide
la ruptura con Alemania. <<Pero ¿cómo ha de incurrir Yrigoyen en la
inmoralidad de esa ruptura cuando se está tramitando la solución del
conflicto? Su deber es esperar la
resolución alemana, que no tarda en llegar. El gobierno imperial accede a todo
cuanto ha exigido el nuestro: indemnización del daño moral y reconocimiento a
los barcos argentinos del derecho a la libre navegación de los mares. ¡Triunfo fantástico! La poderosa
Alemania nos concede, a
nosotros,
solamente a nosotros, lo que ha negado al mundo entero. Jamás
se ha visto nada semejante.
Sólo Hipólito Yrigoyen ha podido conseguir una cosa
así!>>
6.
<<Años después, terminada la guerra, se realiza, el 21 de setiembre
de 1921, un homenaje a la
bandera argentina. Puerto de Kiel. En el acorazado Hannover, donde está la
enseña almirante, la oficialidad y la tripulación visten de gala. El
ministro argentino pasa revista a la guardia de honor, que presenta las armas.
Se iza nuestra bandera en el palo mayor. Himno Nacional argentino. La
tripulación presenta otra vez las armas. El secretario de Estado interino
pronuncia unas palabras, entre las cuales se oyen éstas: "...cumplir ante el
pabellón argentino una deuda de honor que proviene de los años de la
guerra.">>.
Ese desagravio fue el
resultado de la tenaz y genuina convicción de Yrigoyen sobre el car cter de
la neutralidad que imprimió a su gobierno.
Alemania no pudo menos que reconocer el coraje cívico del Presidente
argentino, de negarse a romper relaciones y declararle la guerra a pesar de la
presión de los otros países beligerantes.
Prestemos atención a este hecho simbólico, que refleja un resultado
político positivo para nuestro país, debido a la conducta principista y realista
del Presidente Yrigoyen. Haremos estribo en él para demostrar que la actitud
digna de su gobierno, de mantener a todo trance la neutralidad --actitud dictada
por principios nobles y por un sentido genuino del verdadero interés nacional--,
tuvo una impensada, extraña y sorprendente consecuencia muchos años más tarde.
Volveremos sobre esto.
<<Vista la cuestión retrospectivamente, nos parece que la conducta
de Yrigoyen fue inteligente y adecuada>>. Esta es la opinión que merece
esta etapa de nuestra política exterior, según Floria y García Belsunce en "La
Historia de los Argentinos".
Al respecto Félix Luna afirma: <<La conducta de Yrigoyen frente a
la guerra fue la afirmación argentina de su independencia epiritual, de su
anhelo de servir prácticamente a la realización de un mundo mejor, sin compromisos para nadie, pero
tampoco sin temor a nadie. De nada valió que la presión para que abandonara esa
línea se hiciera por momentos asfixiante. Formidablemente tozudo, Yrigoyen fue
auténtico hasta el final. Por encima de la grita de los plumíferos, por encima
de los editoriales agraviantes, por encima de las puebladas irresponsables,
sintió Yrigoyen el mensaje oscuro y recio de la tierra.>> ... <<Por
eso Yrigoyen persistió. Hoy nadie niega su visión. Pero en su tiempo debió echar
mano a toda su entereza para mantenerse enhiesto en una postura que aún los que
la defendieron no alcanzaron a sospechar hasta qué punto tenía importancia como
intento de reenquiciamiento del país.>>
Recordemos que en vasco el apellido Yrigoyen significa: "Señor de los
Altos o Dueño de las regiones altas." ¡Hasta en esto cumplía su
destino!
Así como exigía con firmeza --tal cual lo hemos visto-- el respeto a la
dignidad del propio país, sostenía los mismos principios con relación a los
demás paises hispanoamericanos. Recordemos que Colombia, México, Nicaragua y
República Dominicana sufrieron el avasallamiento de sus soberanías por las
intervenciones militares de los Estados Unidos y ocupaciones ilegítimas durante
las presidencias de Teodoro Roosevelt, Wilson, Harding y
Coolidge.
7.
En 1920 el crucero argentino "9 de Julio" navegaba por aguas del Caribe y
se dirigía a Santo Domingo, que se
encontraba ocupado por fuerzas norteamericanas. El comandante del buque recibe
la instrucción del presidente Yrigoyen de entrar a puerto izando la bandera
dominicana y sólo saludar a ese
pabellon y no al de las fuerzas de ocupación. Advertido del gesto de la nave
argentina, en la rada una multitud enarbola la bandera dominicana la que recibe
así la salva de 21 cañonazos. Este episodio quedó grabado en forma indeleble en
la memoria del pueblo dominicano, que bautizó con el nombre del presidente
argentino el malecón donde se desplegó aquella bandera.
Su política económica externa fue sumamente exitosa. Creó la oficina
comercial de la cancillería y abrió nuevos consulados en lugares en los que
podían ampliarse las oportunidades de intercambio. Yrigoyen conducía personal y
efectivamente la política exterior. Todas las decisiones de su
gobierno en este campo tienen la impronta personal de su estilo. Tuvo
para ello un inestimable colaborador e intérprete, el Canciller Honorio
Pueyrredón.
Dispuso el reconocimiento de los nuevos Estados que surgieron después de
la guerra mundial, cuando estos cumplían con los estándares mínimos para
desarrollar una vida independiente.
Lo hacía por principio y al mismo tiempo previendo la apertura de nuevos
mercados para nuestros
productos.
Pocos gobernantes han concitado sentimientos tan extremos como Yrigoyen.
Hubo desmesura en exaltarlo y en denigrarlo. Con todo, en lo que hace a su
política exterior --por la que recibió tantos ataques--, algunos de los más
acendrados opositores reconocieron sus aciertos o al menos respetaron sus
posiciones principistas. A lo largo de los años, Ibarguren, el propio Manuel A.
Fresco y Emilio Hardoy reconocieron la
grandeza que inspiraba sus actos y el error histórico de su derrocamiento
por la revolución del 30.
A poco de asumir en 1920 la presidencia de Chile, Arturo Alessandri
recibe la visita de un joven diputado argentino, el Doctor Matías Sánchez
Sorondo, orador incisivo, demoledor, jefe de la bancada conservadora y el más
férreo e implacable opositor de Yrigoyen.
Entre el presidente chileno y el diputado argentino surge una espontánea
corriente de simpatía, diversas afinidades se hacen patentes y la entrevista
formal se convierte en una charla amena
que se prolonga más allá del
tiempo protocolar. La conversación -predominantemente de contenido político--
pasa a un plano más informal; Alessandri, entonces, con un gesto de complicidad
y un poco en broma le dice a don Matías: “... y, ¿cómo anda el "Peludo"?.
Sánchez Sorondo se encrespa, se terminaron las sonrisas, y con cortante gesto le
contesta altanero: <<El Doctor Yrigoyen es el Presidente de la Nación
Argentina>>.
El patricio argentino no iba a tolerar, ni por asomo, que fronteras
afuera de su país, nadie, y menos aún un Jefe de Estado extranjero, pretendiera
hacerlo cómplice de referencias irrespetuosas a <<su>> Presidente,
aunque éste fuera el odiado Yrigoyen. Para eso estaba él, Sánchez Sorondo, allá
en el congreso, en Buenos Aires. La ropa sucia se lava en
casa.
Este hecho me fue relatado con legítimo orgullo por el Ingeniero Julio Sánchez Sorondo, hijo
de Don Matías.
8.
La conducta del gobierno de Yrigoyen para con los países iberoamericanos y los vecinos en especial fue --en las formas y en
sustancia-- clara, generosa y confiable.
Recordemos que decretó la celebración del Día de la Raza el 12 de octubre
como homenaje a la obra civilizadora de España en América.
Desarrolló fuertes vínculos políticos y económicos con todos los países
iberoamericanos, especialmente con los limítrofes y el Perú. Condonó la deuda del Paraguay, pendiente
desde la guerra de la Triple Alianza.
Se negó a reconocer un gobierno de facto en Bolivia, ejemplo seguido
luego por otros gobiernos, con lo que aceleró la convocatoria a elecciones en
ese país. En ocasión de la guerra
civil paraguaya no autorizó la venta de armas para no involucrar a la Argentina
en la lucha interna del país hermano.
Cuando en 1918 se cernió sobre el Uruguay el peligro de una invasión
alemana que provenía de la numerosa colonia de ese origen afincada en el Sur del
Brasil, el gobierno del presidente Viera preguntó sobre la actitud que adoptaría la
Argentina de concretarse la amenaza. Yrigoyen comprometió el apoyo del ejército
argentino para defender la independencia de la patria de los orientales. Este
gesto le granjeó el reconocimiento del pueblo oriental expresado por el
presidente Feliciano Viera por mandato de la Cámara de
Representantes.
Yrigoyen cultivó la amistad del prócer del nacionalismo del Uruguay, el
doctor Luis Alberto de Herrera, con quien tenía grandes afinidades. Posiblemente
esa amistad se haya debido a la actitud solidaria y fraterna del Partido Blanco
con los radicales exiliados en la otra banda del Plata, a raíz de la revolución
de 1905. Con el Presidente Batlle, por el contrario, lo separaban profundas
divergencias a pesar de coincidir en el apego a la
democracia.
Una cuestión de política exterior en la que Yrigoyen mostró una firmeza
inaudita, fue la de
los principios y
requisitos necesarios para asegurar la paz y la armonía de la sociedad
internacional en el reordenamiento que se gestaba después de la guerra. El no
entendía que la Paz y la seguridad internacionales se pudieran construir
validamente con una <<Liga de las naciones en las que los vencedores
impusieran por la fuerza sus intereses a los vencidos>>. Veía con
premonición que la humillación innecesaria y el esquilmar a los perdedores sería
el gérmen --como lo fue-- de nuevas y mayores tragedias para la humanidad.
Quería una reconstrucción de la Paz
hecha de manera ecuánime y no sobre la base de las imposiciones del
Tratado de Versalles. Nosotros
sabemos ahora cómo terminó la historia; Yrigoyen la antevió en su clarividencia,
cuando alertó sobre lo ilusorio que es pretender asentar la Paz permanente sobre
la injusticia. Los tratados de Versalles, impuestos por los aliados a los países vencidos en la
contienda, Alemania y Austria,
fueron la causa, por su inequidad, del resentimiento y el deseo de
venganza de Alemania --aprovechados como pretexto por Hitler para construir su
poder-- y lo que llevó al mundo a la catástrofe de la segunda guerra
mundial.
9.
Hay un paralelismo entre la posición del presidente argentino y la del
Presidente Wilson con respecto a las expectativas de que se respetaría la
justicia en el futuro ordenamiento internacional de la posguerra.
Investigaciones recientes revelan una raíz doctrinaria común: las obras de Kant
de las que ambos eran asiduos lectores. Aquellas expectativas, creadas por
Woodrow Wilson al enunciar los célebres 14 puntos de la política de los Estados
Unidos para la posguerra, se vieron frustradas en la práctica cuando se llevó a
cabo el injusto Tratado de Paz de Versalles impuesto a Alemania y Autria-Hungría
sobre el que se pretendió fundar la Liga de las Naciones,
excluyéndolos.
Las instrucciones que Yrigoyen impartió a su Ministro de Relaciones
Exteriores, el doctor Honorio Pueyrredón, que presidió la delegación argentina
enviada a Ginebra para participar de la conferencia de la que surgió, en 1920,
la Liga de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas, contenían los
principios que nuestro país debía sostener para que la
organización mundial fuera un garante efectivo de la paz y la seguridad
internacionales.
Al no obtenerse la aprobación de esos principios, que sobre bases justas
habrían generado una entidad eficiente para preservar la Paz, Yrigoyen decidió
que la Argentina no formara parte de la Liga de Las Naciones. Lo que se imponía
en Ginebra no era lo esperado, no eran los principios del Presidente Wilson que
tantas ilusiones habían despertado y con cuya filosofía y objetivos Yrigoyen
coincidía.
Finalmente los Estados Unidos tampoco se adhirieron a dicha agrupación
por decisión del sucesor de Wilson en la Casa Blanca, el Presidente
Harding.
El primer gobierno de Yrigoyen culmina cuando el 12 de octubre de 1922
entrega la banda presidencial a su sucesor, el doctor Marcelo Torcuato de
Alvear, quien había representado con eficiencia y brillo a nuestro país en
Francia durante la última etapa de la gran guerra y que, si bien compartía con
Yrigoyen los grandes lineamientos de política exterior, era proclive al
ordenamiento internacional de posguerra propiciado por los aliados. Alvear, muy
relacionado en París a los círculos políticos y culturales aliados, creía más
conveniente para los intereses argentinos plegarse sin cortapisas a los
proyectos de los países vencedores en la elaboración de la nueva Sociedad o Liga
de las Naciones.
Comienza entonces otra fructífera época de nuestra historia: la
presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear. Fue un período de progreso acelerado
en el que nuestro país continuó su desarrollo económico e institucional,
convirtiéndolo en una de las más importantes economías del mundo. Eramos,
mutatis mutandis, lo que es hoy Japón.
10.
Cuando Alvear desempeñaba la jefatura de nuestra misión en París había
sostenido ante el Presidente, con sincera convicción, que lo que convenía al país era la
ruptura de relaciones con Alemania. Esta y otras divergencias no impidieron que
Hipólito Yrigoyen lo ungiera su candidato a la sucesión presidencial pues creía
--y de nuevo la historia le dio la raz¢ón-- que <<Marcelo sería un gran
presidente>>.
En varios aspectos sustanciales Alvear continúa la política exterior trazada por Yrigoyen:
la de buena vecindad con los países limítrofes y la creación de condiciones
óptimas para atraer capitales para el desarrollo. En la visión histórica
Yrigoyen y Alvear no son antagónicos, son los dos estilos radicales, como decía
Balbín. Recordemos que en 1931, Yrigoyen apoyó nuevamente la candidatura de
Alvear y que poco antes de morir lo designó su continuador al frente del
Radicalismo.
Por otra parte, la gestión de gobierno del doctor Alvear es digna de que
se la recuerde como una de las mejores administraciones de la historia
argentina.
El doctor Yrigoyen retorna al gobierno en 1928, electo por la mayor
votación genuina registrada en el país.
Designa Ministro de Relaciones Exteriores al doctor Horacio Oyhanarte. El
estadista volvía más decidido que nunca a cumplir con lo que consideraba el
<<mandato extraordinario>> que le otorgaba la ciudadanía. Iba a
profundizar su obra renovadora, la reparación nacional; se empeñaría en el
perfeccionaminto de la democracia real y de la justicia social, y en la defensa
denodada del patrimonio energético de nuestra Patria. En política exterior
proseguiría los mismos fines y
postulados de su primera presidencia defendiendo la igualdad jurídica de
las naciones como base del
ordenamiento de la comunidad internacional y de la convivencia pacífica. Lo
demuestran sus iniciativas legislativas y la coherencia de su
accionar.
El presidente electo de los Estados Unidos, Herbert Hoover, comenzando
una gira de buena voluntad por el continente visitó la Argentina en 1929. En las
entrevistas que mantuvo con el doctor Yrigoyen recibió las constantes
exhortaciones del primer mandatario argentino para que los Estados Unidos
respetaran la soberanía de nuestros países y se abstuviera de continuar la
política intervencionista de sus antecesores. Hoover se comprometió a ello y
cumplió. El Presidente Hoover manifestó su admiración por las dotes de estadista
del presidente argentino. Lo cierto es que estos episodios constituyeron un
precedente importante de la política del "buen vecino" que luego desarrollaría
el Presidente Franklin Delano Roosevelt.
No caben dudas de que Yrigoyen inclinó sus preferencias hacia Gran
Bretaña en contraposición a los Estados Unidos. Los archivos de la diplomacia
inglesa lo confirman. Tengamos presente que en aquel entonces esos países
compet¡an por los mercados de América Latina y que los Estados Unidos, como ya
dijimos, venían aplicando la
política del "gran garrote" en la región y también ponían trabas al ingreso de
nuestros productos.
Esta posición se reflejó en el hecho de que Yrigoyen dejó deliberadamente
vacante el cargo de Embajador argentino en
Washington.
11.
La convicción de Yrigoyen acerca de la conveniencia de profundizar
nuestros vínculos comerciales
con el Reino Unido --comprar a quien nos
compre-- se trasuntó en la negociación de un tratado con Gran Bretaña a
fines de 1929 da la pauta del empe¤o de Yrigoyen en afirmar el legítimo
interés nacional en la conducción de la política exterior con una clara
comprensión de la situación económica mundial y un hábil aprovechamiento de
nuestra posición de abastecedor de productos de primera necesidad. En esto hay
un nítido paralelismo con la política comercial desarrollada durante la primera
guerra mundial posibilitando la colocación de nuestras
cosechas.
Como recuerda Gabriel del Mazo:...<<una inmensa masa de productos
estaba acumulada en estaciones y
puertos, y los mercados de consumo habituales se retraían desprovistos de
medios, el crédito les dió los medios y para nosotros una salida. Prestó a
pueblos de Europa un servicio vital incalculable y salvó de una tremenda crisis
a la economía nacional>>.
El Convenio de Crédito mutuo firmado por Lord D'Abernon por Gran Bretaña
y por el Canciller argentino Horacio Oyhanarte, constituyó una innovación
imaginativa.
Al decir de Gabriel del Mazo: <<Su sencillo articulado rompía los
hábitos en los modos del intercambio, y en lo interno aseguraba el futuro del
trabajo y de la producción argentinos, señalando la función del Estado en el comercio exterior, para protegerlos en la vorágine
internacional. Tanto el gobierno
del Reino Unido como el de la
República Argentina abrirían, cada uno, créditos por la suma de cien millones de
pesos durante dos años. El gobierno argentino podía girar sobre el crédito en
Londres para adquisición de materiales de fabricación inglesa, destinados a los
ferrocarriles del Estado preferentemente, y el gobierno inglés podía girar sobre
el crédito en Buenos Aires para la adquisición de cereales y
otros productos de la República Argentina.>> <<La convención implicaba desde el
punto de vista argentino, no sólo ensanchar un mercado, hasta ese momento reacio
o indiferente a la exportación de granos (habla de adquisición de cereales y no de las
adquisiciones habituales inglesas de carne); sino subvenir al propósito del
Presidente Yrigoyen de movilizar intensamente la obra del ferrocarril a
Huaytiquina paralizada durante seis años y la proyectada ampliación de la red
general del Estado, comprando materiales de construcción, rieles, vagones,
locomotoras. Con la misión D'Abernon se conversó de varios temas, entre ellos de
una transferencia de los ferrocarriles británicos al gobierno argentino; aunque
no se tomó en cuenta este negocio, por varios motivos: el principal fue que el dinero a invertirse
en la adquisición de los ferrocarriles, anticuados y caros, podía ser empleado
en la construcción de la red caminera, cuya ley, con el correspondiente fondo de
vialidad, el gobierno estaba redactando. De tal modo que, con el mismo
dinero, el país realizaba los caminos necesarios, y por la competencia
creada por los caminos, los ferrocarriles ingleses estarían obligados a mejorar
sus servicios y rebajar sus tarifas o su precio de
venta>>.
Con clara concepción
estratégica Yrigoyen buscaba, por medio del tendido de nuevas líneas férreas, la
salida de la producción argentina también por el Pacífico, y corregir la
distorsión de una red que finalizaba como un embudo en el puerto de Buenos
Aires.
12.
Entristece ver como esta estupenda oportunidad se perdió por la negativa
del Congreso a aprobar este tratado.
Del Mazo comenta este episodio afirmando: <<...pero el Congreso
procedió con ligereza por servir a
pasiones políticas eventuales.
Si tal sistema de adquisición recíproca hubiera persistido, otras
hubieran sido las alternativas del comercio exterior de la producción nacional
de granos, otras las cifras y perspectivas de la producción y otras las
seguridades cuando llegó la crisis internacional de
1929.>>
Por encima de los intereses de la intermediación financiera y acaparadora
estaban los de los productores y de los consumidores. Aquí cabe comparar cómo se
defendían en ese tiempo nuestros intereses con lo que ocurrió cinco años más
tarde con el tratado Roca-Runciman, en el que se firmaron cláusulas mucho más
beneficiosas para el Reino Unido que para nuestra República, limitando
sensiblemente su libertad de acción en lo comercial.
Después de comerciar con Gran Bretaña, Italia y Alemania, Yrigoyen prevé
la posibilidad de negociar con Rusia y colocar cueros, madera de quebracho,
lana, ovejas en pie y caseina en trueque por petróleo, con lo que se abarataría
el precio de la nafta con las consecuentes ventajas para el transporte; pero
esas negociciones, a punto de concretarse, se frustraron con el golpe del 6 de
septiembre de 1930. Esto se vincula con el tema del petróleo, en el que Yrigoyen
defendió a ultranza los intereses de nuestro país; pero este tema daría para
otra extensa charla.
Luna recuerda que una misión comercial soviética propuso vender petróleo
a bajo precio como pago por productos agropecuarios.
Retomemos ahora lo que veníamos diciendo sobre la tan comentada
neutralidad de Yrigoyen durante la primera guerra mundial, que muchos años
después tuvo inesperadas consecuencias. La moderna historiografía está en
condiciones de demostrar que la
insistencia de Yrigoyen en defender en aquel entonces la neutralidad argentina
fue la causa de que, durante su segunda presidencia, una grave amenaza a la
integridad territorial argentina pudiese ser conjurada
eficazmente.
Corría el año 1929, Yrigoyen hab¡a inaugurado su segunda presidencia en
octubre del año anterior. Un emisario le comunica un mensaje secreto del
Presidente alemán, el Mariscal Hindemburg, el mismo que durante la gran guerra
había comandado el Estado Mayor del Ejército imperial. El mensaje era éste:
Como
prenda de gratitud por no haberse plegado a los enemigos de Alemania en la
guerra del 14, el Mariscal advierte al presidente argentino que una gran
concentración de fuerzas del ejército chileno se está preparando para invadir
por sorpresa la Patagonia argentina en un punto estratégico de nuestra
deshabitada frontera.
13.
Ante el peligro inminente Yrigoyen reacciona de inmediato ordenando a sus
ministros militares que, en el terreno, verifiquen la existencia de la amenaza.
Se enviaron dos hidroaviones navales a sobrevolar la zona de los lagos. La
fotografía aérea comprobó la veracidad del anuncio alemán a pesar de que la
intensa humareda de un incendio de bosques intencional procuraba ocultar el
movimiento de tropas. Por su gran conocimiento de la zona, también fue enviado
rápidamente el Ingeniero Adolfo (Dago) Holmberg. Este eminente hombre de ciencia
y gran patriota fue hecho prisionero por los chilenos; lo mantuvieron sentado en
una silla durante tres días. Desaparecido el factor sorpresa Chile retiró
sigilosamente sus fuerzas, liberó a Holmberg y procuró que el episodio pasara
inadvertido. La amenaza de invasión quedó eliminada y el gobierno argentino
mantuvo el secreto.
Esta fue una consecuencia más, y no la menor, de lo acertado que estuvo
Yrigoyen al defender con firmeza los principios que inspiraron su política de
neutralidad.
Este hecho poco conocido me lo contó mi padre. Luego pude comprobar su
autenticidad en un trabajo histórico del profesor Caillet Bois y en el libro "El
conflicto pendiente" de Ricardo Paz, a quien el propio Holmberg le dio los
detalles.
Al adentrarse en la documentación, y en el análisis de la información y
la bibliografía sobre la gestión de gobierno de Yrigoyen, hay algo que llama
poderosamente la atención. Es lo se nos presenta como desmesurado en la acción
de Yrigoyen. Todo en él es sorprendente y como desproporcionado; empezando por
el estilo particular con el que expresa y realza esa aparente desmesura. Este
tema siempre me interesó, era parte del enigma de Yrigoyen. Sólo la madurez me ha dado lo que creo
que es la clave para descifrarlo.
Creo que su desmesura formal, su tenacidad al mantener sus posiciones
principistas, obedece al acendrado sentido didáctico del estadista. Yrigoyen nunca dejó de ser maestro,
profesor. Su forma primordial de ejercer la caridad con el prójimo, más que con
las dádivas materiales y ayudas de todo tipo --en las que era
pródigo, humilde y discreto-- estribaba en inculcar principios de conducta.
Además, predicaba de la única manera válida, con el ejemplo. Para él gobernar
era también dar al país un servicio de ejemplaridad.
Vemos as¡ que todos los documentos oficiales, especialmente los
internacionales, emanados de su prosa barroca pero castiza, transmiten
principios éticos. Toda actitud, toda posición política está fundamentada en su cosmovisión moral. Me
parece que esos mensajes tenían otro destinatario fuera del declarado. Implícitamente, estaban dirigidos a
nosotros, el pueblo argentino, el de entonces, su contemporáneo, y el de hoy.
Yrigoyen gobernaba educando, su acción de gobierno era formativa de conciencias
y voluntades.
14.
Felizmente para los argentinos tuvo seguidores. A mi modo de ver el más
destacado, en ese sentido misional del gobierno como obra educadora, fue el
Presidente Illia. Es justo mencionar que, en los últimos 65 años, el período de
gobierno más fructífero de la República en todos los campos --como lo prueba el
doctor Enrique García Vazquez con estadísticas económicas y de desarrollo
social-- fue el
del doctor Arturo Illia, secundado por su Canciller, el doctor Miguel
Angel Zavala Ortiz. Fue precisamente ese gobierno el que con mayor fidelidad
ajustó la conducción de la República, tanto en el orden interno como externo, a
los principios éticos y realistas delineados por Yrigoyen. En esto la historia
también le dio la razón a Yrigoyen.
La Unión Cívica Radical tiene el
deber moral de volver a dar a la República otro gobierno ejemplar. No cejaremos en esa lucha.
Durante la segunda presidencia de Yrigoyen, el gobierno italiano de
Mussolini inició una política de captación de las colectividades italianas en el
exterior y especialmente en América del Sur. Italia consideraba como nacionales
a todos los hijos de italianos en América. Se comprender el serio peligro
para nuestro país si se planteaba un conflicto de lealtades a los argentinos
hijos de italianos llamados compulsivamente al servicio militar en Italia. En un
momento dado, jugadores de fútbol argentinos hijos de inmigrantes que se
hallaban en ese país fueron impedidos de embarcarse de regreso a la Argentina.
Yrigoyen de inmediato prohibió la salida de barcos italianos del Puerto de
Buenos Aires hasta que Mussolini cedió, dejando partir a nuestros
compatriotas.
En esta reseña no podía faltar una mención a las relaciones del gobierno de
Yrigoyen con la
Iglesia Católica. El Presidente era consciente del lugar histórico del
catolicismo en la formación de nuestra nacionalidad y --como mandatario-- de la
importancia de las convicciones religiosas en la defensa de los valores morales
de la población. Se esforzó en mantener un diálogo fructífero con la Santa Sede
y con la jerarquía eclesiástica. Respetó, en las relaciones mutuas, los ámbitos
propios del Estado y de la Iglesia y hubo una franca cooperación en el
tratamiento de las cuestiones de jurisdicción compartida.
Causó sensación cuando designó a un distinguido prelado, Monseñor Duprat,
como embajador en misión especial a los actos del centenario de la independencia
del Perú.
Ese gesto, con el que quiso destacar los valores espirituales, le costó
las críticas y el sarcasmo del anticlericalismo finisecular todavía vigente en
el país.
15.
¿Por qué no decirlo también hoy ante esta audiencia? Fue el gobierno del
doctor Arturo Illia, el que, con el tratado que negoció en 1966 con la Santa
Sede, devolvió la libertad a la Iglesia para designar a los obispos sin
interferencias políticas. En esto también fue nítidamente yrigoyeneano.
Lamentablemente no podemos decir lo mismo de la actuación de un canciller de un
gobierno radical posterior, que la tiñó de un ideologismo no radical; ese
Ministro de Relaciones Exteriores que, en su soberbia, en toda su gestión, jamás
dio audiencia a un solo prelado, olvidando que también era Ministro de Culto de
la Nación. Creo que tenemos que celebrar su alejamiento del partido --con cuyos
principios nunca comulgó-- y la
ejemplar sanción de expulsion que por su inconducta "aleve" acaba de aplicarle
nuestro tribunal partidario.
Pero volvamos a Yrigoyen. El se sentía compelido a predicar sus
principios de conducta ética. Remachaba enfáticamente aspiraciones superiores,
quería imponerlas con la fuerza de sus convicciones, quería persuadir sobre su
imperatividad moral. No se
engañaba; esos principios y reglas de conducta iban a contrapelo de las
apetencias de una sociedad bastante materialista y vida de éxitos
inmediatos. No creo que hayamos cambiado mucho, por el contrario, esa condición
negativa se ha multiplicado a extremos alarmantes de
anomia.
La falta de ejemplos positivos desmoraliza a los jóvenes y los sume en la
apatía y el escepticismo. ¡Qué pocos tienen hoy autoridad moral para pedir
sacrificios! Yrigoyen la
tenía.
Tal vez parezca fuera de lugar lo que voy a afirmar, pero creo que el
sello que Yrigoyen imprimió a la política exterior argentina tiene
--por su realismo ético-- dos símiles históricos muy significativos, ambos en la
Historia francesa: el primero es un antecedente remoto pero del que pueden
traerse a colación múltiples ejemplos; se trata de la política externa de Luis
IX, rey de Francia, San Luis, quien con su sentido de la justicia, sin
mezquindades, sin codicias territoriales ni de las otras, construyó las bases de
la unidad de Francia. El otro, bien posterior a Yrigoyen, es la tozudez del
General De Gaulle en el manejo de las relaciones externas. Ningún éxito
inmediatista le tentaba si no era compatible con la dignidad y el decoro de su
país; nada le apartaba de "su" idea de Francia, ni las veleidades,las apetencias
oportunistas, ni la altanería de sus compatriotas contemporáneos, tampoco los
resultados electorales, ni la
popularidad. Muchas de sus
actitudes, de sus realizaciones, también parecían a contramano de la
interpretación de los intereses de su país que prevalecía en la opinión pública
y en la "intelligenzia". A él y a
Yrigoyen no le importaban las encuestas ni el "rating" de popularidad, veían más
allá. Y la Historia, les dió la razón.
En la gestión de Yrigoyen campea la noción del Estado como garente del
bien común de la sociedad, el custodio de sus valores, el garante de la justicia
y de la libertad, de la autenticidad del sufragio, el defensor de los débiles,
el promotor de la instrucción pública. Para él el Estado debía ser el intérprete
de los valores vigentes de la sociedad, debía unificar el país aluvional, ser el
argentinizador de la avalancha inmigratoria, la fragua del crisol de razas.
Luchó por la justicia social en libertad, por la educación y la salud moral y
física de la población.
16.
Para Yrigoyen el imperativo moral es la base de la concordia cívica en lo
interno y de la Paz y armonía con dignidad y respeto recíprocos en la vida
internacional. Sin grandeza moral no hay progreso duradero, no hay desarrollo
genuino, no hay justicia y a la postre tampoco libertad ni dignidad. Ese es el
verdadero realismo, el que incluye el dato ético de la especie
humana.
Hoy estamos empeñados en que nuestro país retome ese camino pese a las
dificultades, las frustraciones,
los desengaños, los pactos indignos, las derrotas, los errores de los dirigentes
y hasta las equivocaciones de las mayorías. Hoy más que nunca compartimos con
Hipólito Yrigoyen su adhesión a los imperativos éticos de la conducta, que son
los que definen al Hombre, imagen y semejanza de Dios. Yrigoyen negaba todo
relativismo moral, tanto para los individuos como para los conjuntos humanos que
son los Estados; afirmaba que toda convivencia debía estar regida por
principios. La convicción de que el poder político debe estar sujeto a la moral
y al derecho siempre guió sus actos.
Si pudiéramos resumir el contenido de su prédica y la orientación que imprimió a nuestro país, bastaría
traer a la memoria sus célebres palabras cuando al inaugurar la linea telefónica
con los Estados Unidos dijo al Presidente Hoover: <<Los hombres deben ser
sagrados para los hombres y los pueblos para los
pueblos>>.
Yrigoyen con su conducta moral, desde la oposición o en el gobierno, construía nuestra
República y la Patria Grande Iberoamericana. Sigamos su ejemplo.
Muchas gracias.
Del Mazo, G. "EL RADICALISMO, Ensayo
sobre su historia y doctrina" págs. 122, 123,124.